¿QUIÉN TE SALVÓ LA NOCHE QUE SALTASTE DEL TREN?, Autor: Manuel Cardeñas Aguirre

“¿Participó Stephen en su desánimo?

Afirmó su importancia como animal consciente racional que avanza silogísticamente desde lo conocido a lo desconocido y como reagente consciente racional entre un microcosmos y un macrocosmos ineluctablemente construidos sobre la incertidumbre del vacío.»

James Joyce, ULISES.

Cuentan de alguien que se impuso la tarea única de agotar el conocimiento,

 de saberlo todo,

 porque pensaba que en el exhaustivo conocer estaba no solo la Verdad, sino, también, la respuesta a todo bien y todo mal.

Y saliendo de sí mismo se dedicó a leer el mundo, a preguntar a todo aquel con el que se encontraba acerca de la Vida y de todas sus certezas, y ya, en el colmo de su ansia por la sabiduría, amplió su angustiado inquirir a los árboles,

a las aves y a los océanos.

Un día,

perdida la juventud,

 se miró y se reconoció sabio, y esa percepción lo reconfortó,

aunque, también, se dio cuenta de que estaba solo, pero no se quejó porque dedujo que ese era el estado lógico que conllevaba el haber adquirido ese inmenso saber;

Igualmente, se sintió cansado y agotado por ese errático deambular en busca de conseguir respuestas y acumular verdades, pero aguantó y de su boca no salió nada parecido al reproche porque no dudó:

Había merecido la pena.

Y luego,

 sin apenas descanso,

 quiso poner por escrito todo lo aprendido, le ganó el ansia de eternidad que, supuestamente, le depararía su inmenso saber.

Sin embargo,

enredada entre las hojas de su escritura clara, apostada entre las líneas aún blancas de los folios, descubrió una figura desconocida,

el Olvido,

 quien, como si fuera un vulgar bandido sin escrúpulos, le conminó a que entregara todo lo que llevaba con él.

Y ahí,

 de forma inevitable y trágica,

 tela que se deshilacha al viento,

fue dejando todas sus queridas posesiones:

La única solución posible al desamor;

El remedio rojo contra el miedo;

Las cuatro primeras palabras del Libro de la Vida;

La fórmula sencilla para crear Belleza;

La mejor manera de conservar miradas que nos hagan sonreír;

Los 1001 sonidos que maneja el viento…

Así como todo lo demás que, incluso, sin darse cuenta, albergaba dentro de sí.

Días después, vacío y perplejo, mirando un río, se fue ahogando despacio al igual que un pez que intentara bucear en el aire, convencido de que había muerto mucho tiempo antes de ese momento, casi en el mismo instante de nacer.

En el horizonte,

Desde mi ventana,

Las varillas de un paraguas atravesando la garganta del viento.

Manuel Cardeñas Aguirre

(Fotografía de cabecera, Autor: Joan Brossa)


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