CLAMORES
El sol y el poema
la noche y el destino,
y el paradigma imperturbable de la muerte
escucho a las odas fúnebres sisear sus cascabeles
¿acaso suplican la transición de mis cuerpos?
tras el muro candente hay gemidos
como en procesión se acerca
el gélido eco de los muertos
yo a sus oraciones de ébano
cristalinas palabras recito, briosas y cálidas,
pero no retrocede esta nieve de lamentos abismales,
y aún con más fuerza se impone
desde el interior del ser poseerme
¡¡su figura!!
efigie de la clandestina muerte
madre siniestra de infinitos pechos
a la mortalidad amamanta en la perdición
ante su única magnificencia reclama mi sacrificio
en el jardín de mis vidas anteriores perduras sigilosa
mi sangre inagotable el alimento de su devastación,
sin embargo, ¡ahí está!
el férreo brazo de mi frágil poesía visionaria
refugio intocable, sanador, impredecible
ya ni tan siquiera el átomo del espíritu
tan solo queda el alma insumisa y victoriosa,
debatiéndose tras la ola ante la tempestad
el vértigo atrapa mi baile desencadenado en placeres
brumas de un mar devastado de incienso sádico
tras la mágica chispa alentadora
mis versos transformados en fuego de encina
hermosa progenie de alas liradas brota
de su reflejo de oro líquido
pecaminoso bronce desterrado que
al atardecer el incendio de aquellas palabras puebla
bohemios senderos lluviosos, y
dibuja fieles purgatorios subyugados
esperanza de sus muertes rápidas e indoloras
mi vida, para quién fue útil?
tal vez, solo fui un fugaz consuelo
resplandor de alguna noche solitaria y amiga.