DIOS Y SUS ASUNTOS MÁS DIFÍCILES, Autora: Angélica Morales

DIOS Y SUS ASUNTOS MÁS DIFÍCILES
 
 

 

Dios lo mira todo desde otro ángulo,

se tumba sobre el colchón esponjoso donde momentos antes

una muchacha ha hecho el amor

y contempla las grietas del techo,

contempla el temblor del sol tras la ventana

y se pregunta si todo estará bien dentro de la sangre,

si habrá sido capaz de poner en orden las cosas de los hombres;

el niño, la mujer, la piedra, el ímpetu del viento.

Dios lo sabe todo,

incluso cuando abandona la mente sobre los despojos de su tumba.

Luego cuenta planetas y enfermedades bellísimas,

se lleva su dedo acusador a la garganta

y vomita un paisaje natural y la fiebre de un domingo.

Pero dejemos de hablar de Dios

aunque Dios esté siempre sentado en nuestra butaca,

ojeando nuestros libros,

repasando el sexo de nuestras mujeres,

ordenando el cielo,

sus huesos de metacrilato,

el falso candor de todos los ángeles que nacen rubios

y se tiñen las pestañas de fuego.

Porque Dios es sombra y aritos de cebolla en el Burguer King.

Dios es filamento,

pan tostado,

esa nube que roza el silencio de la madrugada

y luego se pone a orinar sobre el lomo de los perros.

Tal vez Dios confunda al hombre con la nada.

Cabe la posibilidad de que ni siquiera hayamos sido una criatura de su invención.

Acaso Dios no sepa de nuestra existencia

y piense que somos pedacitos de espuma muerta

sobre la boca del mar.

Deberíamos de alimentarnos de Dios,

rasgar las vestiduras de su nombre

y confeccionar pastelitos de tormenta y fe,

confeccionar ceniza de mundo histérico.

Dios lo mira todo desde su trono de mujeres desnudas y éxtasis.

No hay nada que el hombre pueda hacer.

No sirven las tarjetas de crédito,

no sirven los programas de televisión,

solo nos queda huir hacia el horizonte más pálido

y esperar sentados sobre la niebla

a que otro Dios más pequeño vuelva a nacer,

sin ojos y sin bondad.

Un Dios que sea capaz de devorarse a sí mismo

y eructar más tarde la anatomía en llamas de un pontífice.

Sin embargo no hay tiempo ahora para hablar de Dios.

Porque Dios no existe y huye con su camisón de tigre

hacia los jardines de Babilonia.

Huye hacia el esplendor de la hierba en los desiertos de New York.

Huye con su cabellera de mártires hacia la estación de Canfranc

donde la nieve se pone de rodillas

y una mujer acaricia en sueños el vuelo fúnebre de todos sus pájaros.

Angélica Morales

 

(Fotografía de cabecera, Autor: José Manuel Ubé

Enlace a su página web: http://jmube8.wix.com/jmube )

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