MAZUNTE / Autor: Jocke (Joaquín Pérez Sánchez)

 

 

Las seis en punto de la mañana, el móvil baila sobre el pequeño buró al lado de la cama y su ruido sordo se mete por las orejas de Sergio, que apenas atina a abrir los ojos. Mira el pequeño aparato y alarga un brazo hasta alcanzarlo. El ruido cesa. Sergio mira a su lado y percibe la cama vacía, al mismo tiempo que siente unas ganas enormes de orinar.

 

Coge el móvil se endereza y avanza como autómata hasta el baño. Abre la llave del agua caliente de la ducha y la deja correr. El ruido le aumenta las ganas de mear. Se para frente al wáter y está a punto de comenzar cuando el aparato vibra en su otra mano. Se detiene y se sienta en la taza del baño. La orina sale y le alivia, mientras sus ojos se comen la pantalla del móvil. Una alerta le recuerda que hoy empiezan sus vacaciones.

 

Piensa un instante volver a la cama, pero ya es tarde para cambiar la rutina de los últimos años. Sigue en cuclillas un buen rato, perdido en el mar de noticias y mensajes que el aparato le arroja. Ahí está otra alerta. Esta es para recordarle que a él le toca la segunda semana de paleo de nieve en la entrada del condominio. El aviso hace que su voz retumbe en su mente: Maldita asamblea de vecinos, que manía de recortar gastos. Ahora no sólo seguimos pagando impuestos al municipio, también nos aumentan la cuota del mantenimiento del condominio y encima, tenemos que quitar la nieve de los alrededores. Valiente junta directiva que no tiene los güevos para mandarlos a todos a la chingada.

 

Sergio deja sobre el lavabo el aparato y se desnuda. El vapor de la ducha le aguarda. El agua caliente lo activa y le hace pensar en Lotta. Esta es la segunda noche que pasa sin ella. Termina de ducharse y coge una bata blanca mullida que lo acompaña a la cocina al igual que el móvil en su mano.

 

Manipula con habilidad una moderna máquina cafetera, que silenciosa procesa en sus entrañas granos frescos del café que compró ayer. Un aroma intenso se esparce por la casa y lo envuelve hasta el filo de la ventana en el salón. Afuera sigue nevando. Los copos caen profusos y la luz de la luna llena los hace brillar como si fueran pequeños diamantes que se acumulan uno tras otro, formando un inmenso tesoro blanco.

 

Sergio sonríe y piensa en voz alta: Es hermosa la nieve, y me encanta cuando cae así tan tupida, tan mona, tan ligera que ni se siente, hasta que se junta tanta, que se convierte en una pesadilla la hija de puta.

 

Sergio sorbe de la taza el aromático y disfruta su sabor amargo. Es intenso, siente el gusto de la bebida que se le revela como un capricho paradisíaco en aquel confín escandinavo. Saborea y piensa: No cabe duda de que estos noruegos sí saben vivir, les gusta lo bueno y se lo traen de allí de donde haga falta. Mírate tu Sergio, un espécimen autóctono de las Américas viviendo aquí, cerca del culo del mundo.

 

El móvil vuelve a vibrar y esta vez el mensaje lo pone pensativo. Es corto, es de Lotta y sólo dice: tenemos que hablar.

 

El mensaje se interrumpe por la entrada de una propaganda luminosa que llama su atención. Una oferta vacacional de último minuto a México a la playa de Mazunte.

 

Sergio se aparta un momento del aparato y sorbe un trago de café. La imagen de Mazunte le llega nítida. Se mira diez años más joven caminando por la arena dorada de Mazunte. Está de vacaciones con unos amigos celebrando el fin de la carrera de ingeniería. Entonces su sueño era una beca a alguna universidad gringa.

 

Pero apareció Lotta en esa alfombra de sueños. Lotta Ljumberg, la mujer que llegó del frío, la mujer por la que dejó todo. Hasta acá, hasta Oslo. Ella hizo todo por quererlo.

 

Sergio vuelve a sonreír. Se han dado varios respiros. Ahora son amigos, con derechos, pero amigos. Sin duda se siguen queriendo, aunque a veces… tan necios que no pueden estar juntos, ¿o sí?

 

Sergio se acaba el café que ya está frío, mira otra vez la nieve y luego le marca a Lotta. Deja sonar cinco veces el timbre, luego cuelga y sus dedos teclean con rapidez un mensaje en el que anexa la oferta vacacional. “Mira, me voy a Mazunte, ¿te atreves?”

 

Guarda el móvil en el bolso de la bata del baño, y enseguida se sienta frente al portátil que descansa sobre la mesa del comedor.

 

Escribe rápidamente: Estimados vecinos, tengo que viajar fuera del país de forma urgente, por lo que la administración tendrá que decidir quién tomará mi lugar para cumplir el acuerdo de la asamblea. Lamento el inconveniente, pero espero resarcirlo cuando regrese.

 

Pone su nombre bajo el texto y da el click de enviar.

 

Se levanta rápidamente y se dirige por el pasillo a la recámara. Busca unos jeans, una camisa y un suéter. El móvil vuelve a vibrar. Es Lotta.

 

─Hola Sergio.

─Hola Lotta.

─Vi tu llamada, pero estaba ocupada y no pude contestarte.

─Me imaginé. Sólo quería saludarte, saber cómo estabas.

─Estoy bien Sergio, con mucho trabajo, pero bien. La verdad es que necesito hablar contigo.

─Y qué estamos haciendo Lotta. Yo creí que ya no era santo de tu devoción.

─Sergio, en serio. Sé que la hemos jodido estas últimas semanas.

─¿Hemos kimosabi?

─Tenemos que hablar. Antes de que te vayas.

─Lo siento Lotta, pero ya viste que la oferta es de último minuto y estaré en Mazunte casi tres semanas. Así que si tienes algo que decirme, dímelo ahora o si no, hasta mi regreso.

─¿Por qué vas a Mazunte Sergio?

─Nada más, porque salió la oportunidad.

─¿Te regresas a México?, ¿piensas dejar Oslo?

─Tranquila corazón, sólo voy de vacaciones, pero eso de si me voy o me quedo, a ti ya no te importa, ¿no?

─No sigas por ahí Sergio. Sabes que no es así.

─Entonces vente conmigo.

─No puedo, tengo que ir al médico.

─¿Estás enferma?

─No, estoy embarazada.

─¿En serio?

─Sí Sergio, es muy en serio.

─¿Y qué piensas hacer?

─No digas pendejadas Sergio.

─Está bien, perdóname, pero es que estas últimas semanas has estado…

─Hemos, querrás decir.

─Tienes razón Lotta, pero, en serio, ¿estás embarazada?

─Hace un mes que lo sé, pero ya ves, cada vez que nos vemos peleamos.

─Lotta, te propongo una cosa.

─¿Qué?

─Ve al doctor. Yo voy a comprar tu boleto a Mazunte y te lo mando. Si vamos a hablar, hablemos allá.

─Pero, tendría que pedir permiso para faltar en el trabajo.

─Y qué pasa. Si vamos a tomar una decisión tan importante da lo mismo.

 

Sergio se sienta frente al ordenador y pone el speaker en el aparato. Sube el volumen y deja que Cat Stevens inunde el ambiente:

 

How can I tell you

That I love you

I love you

But I can’t think of right words to say

I long to tell you

That I’m always thinking of you

I’m always thinking of you

But my words just blow away

Just blow away

It always ends up to one thing, honey

And I can’t think of right words to say…

 

El móvil arroja la risa suave de Lotta que dice: “eres el maldito manipulador más hermoso que existe”

Sergio sonríe y vuelve a pararse frente a la ventana, luego se vuelve y alza la voz hacia el aparato: te lo dije ya una vez, te seguiría allá donde fueras y aquí estoy. Mira la nieve Lotta, brilla igual que la arena de Mazunte.

 

Jocke, Madrid, diciembre de 2017.

 

(Fotografía de cabecera de Joaquín Pérez Sánchez)

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