1
Hoy, hace un año.
Como aquel que dice, un sol, cuatro lunas y un cielo descapotado. Tan poco. ¡Tanto! Fluye el tiempo de la ausencia, suave, manso, delicado. O quizá sea toda clase de tiempo. La conciencia de sabernos a su merced.
Del Tiempo.
Si existiera el presente sería una suerte fugaz de miradas frustradas y diamantes sin pulir. Estoy seguro. Pero no existe, se diluye en el nombre. ¿Quién puede aprehenderlo? Nadie.
Mejor no aferrarse al pasado: el recuerdo termina por convertirse en ilusión de realidad.
Lo cierto: Un futuro problemático, pendiente de construir, que nos recuerda que solo podemos ser en el Tiempo. Un futuro donde prevalecen las estaciones, la naturaleza y los ciclos repetitivos de vida y muerte. O los libros abiertos al azar. O los leídos repetitivamente. O los libros nuevos, si es que logran sorprendernos.
No hay eternidad, solo infinidad de estrellas.
2
Un año de tu marcha.
El invierno se pintaba a sí mismo ─ya no estabas tú para hacerlo─ en el espejo de una mañana gélida, y lo hacía como si su frío cupiera en el vaho blanco del día o en la espesa helada de la noche. Tu Alta Saboya. Bajo cero tus montañas parecen más altas, más inaccesibles, más ausentes. Se conjuraron para darte un adiós sin adjetivos. Como todo en la montaña, silencio y abismo.
Todos caducos. Como tus perales, tus ciruelos o tu granero. Como las vacas, los prados y hasta los propios campesinos. O como las historias que nos contabas para hacernos parte de la vida: aquel caracol que quiso esconderse a tu lápiz o aquella bicicleta que esperaba recorridos mientras estaba quieta de pedales. Y tus trenes y tus motos. Siempre tiempo y movimiento, siempre cambio.
Cuanto más efímeros somos, más eternos nos pensamos. Aferrados al límite de la experiencia, tentados por la infinitud de la imaginación, secuestrados por el imperante narcisismo.
Vence la nostalgia de lo impredecible.
3
Buscándote.
A mi manera. En una posible novela inacabada, en algún nuevo ensayo por mí desconocido, en la relectura de esos sencillos poemas humanos tan tuyos o en la visión de alguno de tus dibujos distraídos. Deseo irracional del que se aferra a lo que no va a ocurrir. Necesidad: de ese tu pensar marxista esperanzado que echo de menos.
Contigo siempre estaba lo humano: el Ser Humano.
Nunca la teoría se esgrimía para convertirse en pedantería intelectual, nunca la novela abandonaba al personaje para que se viera la omnisciencia del autor y nunca el poema se desentendía de la lúcida sencillez del sentimiento razonado.
Formas de mirar. La luz cambia la percepción de lo mirado. El Tiempo, también. Por eso leemos los textos que nos apasionan una y otra vez, al hacerlo, descubrimos lo que en un principio se nos negó y se nos hizo inaccesible. Releemos para descubrir.
En realidad, para descubrirnos.
4
Escribir.
Qué es la escritura sino un resistirse al Tiempo.
¿Por eso te escribo?
Por eso escribo.
Hace frío en este mes de enero que se inicia.
Tú escribías para compartir el análisis de tus ojos comprometidos:
“Nunca miramos sólo una cosa; siempre miramos la relación entre las cosas y nosotros mismos.”
Hace frío en este enero que se ha colado en mi interior.
5
Spinoza
Te encuentro en Baruch. En Bento. En el cuaderno perdido. En esa reconstrucción de lo oculto a través de la ficción. El óptico puliendo pensamientos o el filósofo puliendo cristales y miradas. Lentes para entender y comprender. Y perseverar. Perseverar. Perseverar.
Aun así necesitamos la ficción.
No nos queda otra que contrastar lo real usando de la ficción crítica. Tus hojas verdeadas con ortigas arrancadas del suelo. Tu caracol, a veces real, a veces imaginario. Tu naturaleza lenta y ensimismada de luz. Tus dibujos. Tus fragmentos.
“Protestar es negarse a que te reduzcan a cero y a un silencio impuesto”
Protestemos. Para seguir viviendo, para continuar vivos, para reclamar más vida a la vida. Porque la dialéctica no es entre vida o muerte, sino entre vida e injusticia. Se acerca una patera por el mar de Alborán, por los mares de Libia, por las costas de Lesbos. Se palpa el saqueo de la naturaleza en las orillas del Amazonas, en los icebergs desgajados del Ártico, en los mares petrolíferos anegando corales. Caen las bombas como cae el hambre, destrozando vida; saltan las minas desgajando miembros, llegan las balas expulsando oxígeno y sangre…
Luces y sombras del paraíso: parados, hambrientos, exiliados, mutilados, explotados… Es tan larga la enumeración que se acaban mucho antes los sustantivos.
Mientras,
Vivimos en lo inmediato, en el recibo de la luz, en el plazo impagado, en decidir qué canal televisivo nos adormece antes o en el urgente caminar por la fibra óptica del mundanal ruido.
Sin acritud. También esto ¿es vivir?
6
Abandono la íntima complicidad que he pretendido otorgar a este día y con parsimonia me voy alejando de este dos de enero de dos mil dieciocho,
Hay que proseguir,
Mantener la brújula olvidada en su funda y aprestarse a leer únicamente los mensajes que se fijan en el horizonte, o escuchar aquellos otros que susurra el viento a su paso por entre las hojas y los árboles,
Pienso tiempos que vendrán, que nos sobrepasarán, que nos cubrirán,
Y pienso que
Solo somos el nombre de una estrella que aún no ha sido descubierta.
Solo eso, John.
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Texto publicado el pasado 2-1 en el blog LA CALLE SE HUNDE:
https://lacallesehunde.wordpress.com/2018/01/02/john-berger/