ULISES (Inicio del capítulo 4, «Calipso»), Autor: James Joyce

Estimad@ internauta literari@:

Yo creo que quien se embarque bravamente en el Ulises como un navegante griego –ya que estamos–, sin haber tratado antes con el Stephen Dedalus del Retrato del artista adolescente, corre el peligro de quedarse sin mar en el capítulo Tres, cuando el flujo de conciencia de Stephen llega a un punto álgido de conchas pisoteadas ya desde el Retrato. Yuxtapongo aquí una alternativa episódica: Cuatro, Cinco, Seis, Uno, Dos, Tres, Siete…  

Luvig, para Yukali Página Literaria.       

Ulises (Inicio del capítulo 4, «Calipso»)

James Joyce

El señor Leopold Bloom comía con fruición órganos internos de bestias y aves. Le gustaba la espesa sopa de menudos, las ricas mollejas que saben a nuez, un corazón relleno asado, lonjas de hígado fritas con raspaduras de pan, ovas de bacalao bien doradas. Sobre todo le gustaban los riñones de carnero a la parrilla, que dejaban en su paladar un rastro de sabor a orina ligeramente perfumada.

En riñones pensaba mientras andaba con ligereza por la cocina, disponiendo las cosas del desayuno de ella sobre la bandeja abollada. En la cocina había una luz y un aire destemplados, pero afuera la suave mañana de verano se extendía por todas partes. Le daba un poco de hambre.

Los carbones empezaban a enrojecer.

Otra rebanada de pan con mantequilla: tres, cuatro: está bien. A ella no le gusta el plato lleno. Vale. Dejó de un lado la bandeja, levantó la tetera del fogón y la colocó sobre el fuego. Allí quedó pesada y rechoncha, el pico amenazante. Pronto la taza de té. Bueno. La boca seca. La gata caminaba rápidamente alrededor de una pata de la mesa con la cola levantada.

—¡Mkñau!


3 Comentarios

  1. Habrá que intentarlo con este nuevo planteamiento, pero creo que incumpliré mi promesa de leerlo a los cincuenta. Eso o dejo de cumplir años. Gracias por la propuesta,

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