Cartas desenterradas
1947. Carta desde Indochina dictada por el tío Enrique a un escribano:
“Madre, como bien, me dan tabaco. Le mando un beso”.
Último rastro de su existencia.
1963. En el reverso troquelado de una foto de estudio:
“Para mi preciosa novia, soportando como puedo tu ausencia”.
1970. Carta al ratoncito Pérez con un diente diminuto
a modo de testigo y prenda.
1972. Carta a los Reyes Magos con restos de manchas de roscón.
Mejor al último, mejor al negro.
1976. Carta infantil escrita con primor en redondilla.
Guirnaldas de flor y corazones
para un destinatario que no lo sabía.
1978. Carta a mi mejor amiga y en el sobre…
“Dese prisa cartero,
que es la amiga que más quiero”.
1984. Carta desde el Acuartelamiento de Artillería de Ribarroja de Turia:
“Hoy de guardia, mañana salgo de permiso y hablaremos”.
2007. Carta con membrete de hospital.
Jerga médica.
Escondrijo de las parcas tras siglas de mal agüero.
Cartas desenterradas con letra borrosa y deslucida.
Amarillentos trozos del alma
en la caja de latón
de las galletas de mantequilla.
Lola Arroyo