QUERIDO, FRANZ. Autor: Manuel Cardeñas Aguirre

Querido, Franz:

Hay una meta, pero no hay camino; lo que llamamos camino es vacilación.

Franz Kafka, AFORISMOS*

CENTENARIO DE KAFKA. 1883-1924. Cifras, números, tiempo detenido, efemérides. Se rescatarán textos que vivían dormidos, se buscarán citas que expliquen y apoyen lo que no somos capaces de concretar, se pondrá algún escarabajo que otro al pie de alguna de sus estatuas y, por último, el Moldava será de nuevo un río entregado a la memoria de Heráclito. Mientras, Franz, caminará un día más por las calles de Praga rumbo al Instituto de Accidentes del Trabajo, ¡un día más!, arrastrará su cuerpo, su cuerpo enfermo, su cuerpo maltrecho, su cuerpo carga. Hubo un tiempo en el que fantaseé con redactar una guía para leer a Kafka, no me parecía útil, pero sí necesaria. Lo deseché de inmediato, no tenía claro si lo iba a hacer para dejar vagar mi imaginación o si era para entregarme directamente a la autoayuda literaria. Dejarlo, enfermar, abandonar. Lo veo sentado en su cuarto, mirando fijamente hacia el pasillo y no lo entiendo, vi cómo salía de casa, andaba la acera, daba la vuelta a la esquina y se perdía: ¿ha vuelto?, ¿cómo que ha vuelto?: no se ha ido, nunca se fue. Cien años son demasiados. Y K. esto, y K. lo otro. Y vecinos, y pasillos, y jueces, y abogados, y pérdida, y culpabilidad, y abandono, y vivir sin existir. Postración y desesperanza. El brillo de una metáfora conseguida basta para que todo lo que te rodea luzca de forma distinta, se modifique sin motivo aparente y altere dimensiones que dejan de ser constantes matemáticas para convertirse en medidas existenciales: lo firme inestable, la seguridad tambaleándose, la oscuridad absorbiéndonos. No queremos asomarnos a todo aquello que no nos atrevemos a ver, mucho menos a verbalizar, Kafka lo hace por nosotros y cuando lees sus narraciones acabadas y/o inacabadas descubres por qué es inmensa la escritura y cómo puedes ahogarte en su interior. No hagas caso de las sirenas, ya sabes, lo peor no es su canto, sino su silencio ―tuyo fue el descubrimiento―. Un joven expulsado de su hogar y de su familia, alienado, extrañado: Karl, un viaje que, como todo viaje, es a la vez esperanza y objetivo. Capitanes, marineros, fogoneros. América una tierra nueva donde desembarcar, un absurdo para recrear con la imaginación, y cómo no EL GRAN TEATRO INTEGRAL DE OKLAHOMA, todo un hallazgo, un espacio para vivir lo que es imposible vivir en este mundo, los requisitos para acceder a él son sencillos, prueba a ingresar, prueba a ser otra cosa distinta y, por supuesto, no nos olvidemos, lleva contigo algo de esperanza. Su padre, su madre, sus hermanas, su cuñado y su fábrica de amianto, sus tíos (incluido el de Madrid) se congregan en su habitación, susurran como si estuvieran en el interior de un Castillo, acaso fuera esté nevando, acaso la oscuridad sea más blanca que la luz del día, Kafka los oye pero no los entiende, le impelen para que se levante, para que recupere su ser, pero él apenas los escucha, su meta es esa nueva profesión que le gustaría practicar: agrimensor, ¡tan entretenida!, ¡tan fácil de ejercer!, solo tiene que conseguir el título, un requisito menor, la cita para ello está solicitada y concedida, el documento le espera allí, en lo alto de las escalinatas, un poco de ejercicio y nada más, es verdad que le bastaría con una visita rápida…, pero por qué siguen susurrando, hablad alto y claro, soy miembro de esta familia: Franz, te buscan, en la puerta hay unos guardias, levántate. Vale, vale, ya voy, por fin me llevarán ante él, el que sin existir controla, el que sin existir fiscaliza, el que sin existir dicta sentencias y crea juicios finales, por fin. No, Franz, no es por eso, tienes que escribir un informe para la academia, al parecer, tienes que demostrar cómo es posible alcanzar lo humano desde lo animal o como un simio puede doctorarse en materias de todo tipo, ¡cómo has podido olvidarlo!: Josefina ante el tribunal de las ratas, el cazador Gracchus de vuelta, la importancia de pasar hambre en el ejercicio del arte, casi hasta morirse, casi hasta desaparecer… ¡Tantos y tantos informes!, no acabaré nunca. Pero la realidad es que ellos sufren y necesitan tu sueldo para no dejar de ser familia: ¡Hazte viajante!, lo que digáis, no me importa, de verdad, pero qué ocurriría si un día soy incapaz de levantarme, de salir de mi habitación, de comportarme como esperáis que debo comportarme, qué pasaría si me convirtiera en otra cosa, algo así como un animal. La familia termina por irse, los guardias y los vecinos, también. Nadie a su lado, ni siquiera Felice, Milena o Dora, nadie. La vida es tan corta, ¿merece la pena salir a la calle?

Queridísimo Max, mi último ruego: quema sin leerlos absolutamente todos los manuscritos, cartas propias y ajenas, dibujos, etcétera, que se encuentren en mi legado (es decir, en cajas de libros, roperos, escritorios de casa y de la oficina, o cualquier otro sitio donde pueda encontrarse algo y te llame la atención), así como todos los escritos o dibujos que tú u otros, a los que debes pedírselo en mi nombre, tengáis en vuestro poder. Deben al menos comprometerse a quemar en persona las cartas que no quieran entregarte.

Tuyo

FRANZ KAFKA

*Aforismo 26 (página 666), Obras completas III, Galaxia Gutenberg, traducción Joan Parra Contreras


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