CANÍCULA, SOMBRILLA Y CANTO DE CHICHARRAS, Autor; Manuel Cardeñas Aguirre

“Me gusta divagar; no hay cosa más agradable ni más útil.”

Anatole France

Aprovechando la inaugurada época veraniega donde el pensamiento y la reflexión parecen fluir con cierta displicencia y superficialidad, voy a ver si consigo expresarme acerca del origen y de la naturaleza de la Poesía porque, últimamente, lo intento una y otra vez y me resulta imposible:

Todo empezó cuando descubrí las integrales,

Hasta esa fecha mi tránsito por las matemáticas no lograba traspasar el umbral de la indiferencia, mi relación con ellas se reducía a lo pragmático: una asignatura que era necesario quitarse de la mejor manera posible y nada más, binomios, polinomios, ecuaciones de primer y segundo grado no lograban sacarme de un anodino estudiar por estudiar; la realidad que me rodeaba era más fuerte que cualquier otra cosa y se imponía con facilidad: mi madre, el tendero de la esquina o mis amigos del fútbol no atendían a razones cuando les decía que, según un tal Tartaglia, la vida se encerraba entre paréntesis conformando una pirámide donde el exponente de cada uno de los paréntesis indicaba cómo se relacionaban los términos de su interior, y si ellos, mi madre, el tendero leonés y mis amigos, que eran los que de verdad me importaban, no comprendían nada de esto, entonces, para qué me servía ese saber frío, seco y desangelado,

Tenemos tendencia a perseverar en el desconocimiento como defensa ante la oscuridad que nos rodea, creo,

Al final, mi madre me sacudía con ganas debido a cuentas pendientes sobre obediencia y desobediencia, el tendero me echaba sin contemplaciones de su establecimiento harto de mi mirar embelesado sobre la guillotina de cortar bacalao y mis amigos obviaban mi presencia en el equipo porque, según ellos, me había convertido en un “coladero”,

La vida carecía de razones convincentes, resultaba contradictoria, muy contradictoria,

Todo cambió cuando llegó ese glorioso día de la aparición de las integrales, un velo de ignorancia cayó ―si bien es cierto que ya la aparición del logaritmo y la derivada habían generado en mí ciertas expectativas―, vi con claridad cómo la representación abstracta de números y letras unidos de forma talentosa tenía su correlato en el mundo de la superficie, comprendí que dentro de esa realidad que se me escapaba constantemente existía una corriente subterránea capaz de ser representada con exactitud: el mundo oculto y el abstracto podían tener su grafía concreta; mi pensamiento encontró donde asirse, a mi manera, intuía que las matemáticas, además de ser entidad compleja, aportarían seguridad a mi vida, una seguridad de la que hasta entonces había carecido,

Loas y alabanzas al descubrimiento,

Mi cuerpo, mi espíritu y todo mi yo estaban en condiciones de alcanzar otro estado más avanzado, había superado el tiempo de la indiferencia ─relación pasiva con respecto a la sociedad donde las haya─, y una nueva etapa se abría ante mí, únicamente, tenía que ser capaz de detectar esos ríos subterráneos para expresarlos en fórmulas concretas…

Mi búsqueda de lo no visible huyendo de la apariencia condicionó mi vida: preferencia por una existencia ensimismada, paseos erráticos de un yo incapaz de relacionarse y permanente lucha con el mundo y la realidad; de alguna manera, lo que surgió fue un yo inquieto e intranquilo que iba de acá para allá en busca de teorías y fórmulas perfectas que le permitieran encontrar respuestas consoladoras…

Sin madre que te zarandee, el tendero leonés reciclado en oriental vía todo a un euro y los amigos desaparecidos entre los escombros de la realidad, apareció la frustración en forma de descubrimiento malsano: no hay respuestas, nada es un camino de rosas, el número resulta insuficiente, encontrar la fórmula que dé sentido al caos de la vida es un imposible… Demasiadas certezas en negativo, surgió la frustración, se impuso la interiorización y el aislamiento y, como consecuencia, solo pude encomendarme a la palabra escrita:

¡Poesía!

Como expresión de mis sentimientos más profundos, como reducto nocturno donde descansar pensamientos y sosegar las tribulaciones del espíritu, Poesía como visión e intuición acerca de cómo el Caos conforma la Realidad, en definitiva, la palabra íntima desvelando el lado oscuro de la realidad o, también, cómo expresar lo inefable desde la pérdida.

Y poco más.

¿Habré cumplido mi objetivo?,

Seguramente, no, tampoco conviene angustiarse, la trascendencia requiere otra estación menos superficial, así que quizás otro día u otro verano lo consiga, porque ¿estamos en verano, no?

Manuel Cardeñas Aguirre


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