Imagen y Palabra: de Madrid a Jerusalén tras la pista de Aracy; Autoría: Aetheria

‘’yo les daré en mi Casa y dentro de mis muros
un monumento (Yad) y un nombre (Shem)
más valioso que los hijos y las hijas:
les daré un nombre perpetuo, que no se borrará”

Biblia, Isaías, 56:5

La imagen:

Callejeo por Madrid, jugando a un juego que me gusta: dejar que mis pasos me lleven un poco al azar hasta mi destino. Me acerco a la Gran Vía por una estrecha calle lateral cuando mis ojos se topan con un cartel que llama mi atención. Una mujer, una heroína extraordinaria, según reza este afiche, es su protagonista. Hago una foto. Investigaré más tarde. ¿Quién fue Aracy De Carvalho?

Leo que Aracy Moebius de Carvalho Guimarães Rosa – ese es su nombre completo- nació en 1908 en Río Negro, Paraná, en la zona sur de Brasil. Gracias a su facilidad para los idiomas y al origen alemán de su madre, Aracy trabajó en la Sección de Pasaportes y Visas del Consulado de Brasil en Hamburgo. Allí se encontraba durante la Noche de los Cristales Rotos, aquella fatídica noche del 8 de noviembre de 1938 en la que el Partido Nazi atacó violentamente a los ciudadanos judíos. Ese mismo año, Brasil puso en marcha la Circular Secreta 1.127 por la que se restringía la entrada de los ciudadanos judíos al país.

La palabra:

El texto corresponde a un fragmento del Libro de Isaías, que forma parte del Antiguo Testamento cristiano y del Tanaj judío. Estos versículos se encuentran grabados sobre una placa de piedra en el Jardín de los Justos del memorial del Holocausto Yad Vashem, a las afueras de Jerusalén. En este jardín sobrio y sereno se recuerda a los Justos de entre las Naciones, a los valerosos hombres y mujeres de cualquier nacionalidad y de cualquier religión que ayudaron aún a riesgo de sus vidas a la causa judía en los tiempos más difíciles.

Aracy de Carvalho es una de ellas. Desde la sección consular de Hamburgo consiguió en repetidas ocasiones que no quedara estampada la terrible letra “J” roja en el pasaporte de los judíos. Sin este sello de color de sangre, ella podía emitir visados,  sorteando así la Circular Secreta 1.127 y facilitando a muchos judíos la salida desde Alemania hacia Brasil. Incluso a veces los alojaba en su propia casa durante los días previos a la partida, y los acompañaba, brindando inmunidad diplomática, hasta los barcos del puerto de Hamburgo en los que llegarían hasta el sur de América. El nombre de esta mujer valiente queda ya grabado en el jardín del recuerdo: “les daré un nombre perpetuo, que no se borrará”.


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