María Ovelar
Diccionario de términos eufemísticos
Valparaíso Ediciones, 2022. 158 páginas.
MUJERATUREZA
Por Ana Sánchez Huéscar
Diccionario de términos eufemísticos (Valparaíso Ediciones, 2022) es un poemario valiente que bombea latidos y los envuelve en un halo feminista para reivindicar la defensa de la mujer y de su legado. Desde el pasado hasta el presente, sus páginas se hacen eco de las injusticias y los menosprecios que las mujeres han tenido que soportar a lo largo de la historia. Con convicción y coraje, María Ovelar (Alicante, 1982) apuesta por el lenguaje como medio para cambiar las normas, los hábitos impuestos y ciertas costumbres establecidas.
El poemario despliega desde el principio el poder de la palabra como elemento sanador, pero también toma conciencia del daño que esta puede causar si se usa despectivamente. Por orden alfabético y precediendo a cada poema, la autora escoge algunas palabras del diccionario de la RAE y añade las respectivas acepciones concedidas por los académicos. Después confronta estos significados con sus versos y les ofrece un nuevo sentido, desarrollando a través de sus impresiones y experiencias personales unas definiciones que se quedan cortas ante la magnitud de lo que abarcan, casi siempre en lo que concierne a las mujeres.
Diccionario de términos eufemísticos, además de poseer versos brillantes y muy poéticos, nos brinda otros espacios donde el lenguaje enseña y enriquece. Así, los juegos de palabras, la reinterpretación de los mitos, los refranes y hasta el lenguaje glíglico de Julio Cortázar mantienen un ritmo de lectura ameno e interesante.
Planea por sus páginas la transparencia del sujeto poético, un yo pertrechado de sinceridad y exorcismos, como demuestra el desgarrador poema “Anorexia”: “Cada pliegue de grasa sobre mis heridas / era un disparo a bocajarro al cerebro”, o “Teta”: “No encajo, no encajo / en la dieta de la lechuga, / en el molde saciante; / no encajo y me desgarro / como un sueño que despunta al alba”.
Intentando conseguir un idioma común, algunos poemas son refugio para sectores oprimidos de la sociedad, otros se muestran más comprometidos y tocan temas como la corrección política, los incendios, la salud mental o la guerra. Entre sus distintos tonos, siempre surge el arrebato de la palabra, ese pensamiento salvaje e irreverente que María Ovelar ya nos adelantó en su primer poemario, Las Oceánicas, y que en este libro amplía por las calles de la ciudad como si también el asfalto tuviera náyades escondidas en sus grietas y fueran capaces de germinar igualdad invocando a la naturaleza. Algo de esto nos plantea el poema “Bruja”, con sus mensajes hechiceros y la entrañable presencia de la abuela, o “Canon”, que habla de la desigualdad laboral construyendo preguntas sin respuesta y dibujando la imagen del abuelo desconocido entre trigales.
“Empoderamiento”, “Feminista”, “Manada” y “Micromachismo” contienen esa vehemencia necesaria para reclamar derechos, la firmeza para conseguir algo perdido, la solidez –no exenta de dolor– de no dejarse vencer.
“Genealogía” homenajea el origen, la sangre y el amor incondicional a las mujeres que la historia carga de estereotipos y que el recuerdo manipula: “Mujeres que me dais la vida”.
“Slut-shaming” revisa la adolescencia desde el presente: “Vuelve, vuelve a los bares mugrosos, / a las barras de penumbra, a los camerinos taggeados, / vuelve y mírate a los ojos, mete el puño, saca tu alma / y tráemela que la necesito para dejar de ser el personaje”.
“Tradición” expone con mucha ironía la problemática de lo débil, reuniendo frases hechas, manidas y machistas que denigran a la mujer desde tiempos pretéritos.
“Violación” es todo un canto a la diversidad de razas, edades y sueños que habitan un espacio común, el barrio madrileño de Lavapiés, un lugar que es hogar para la autora, desde el que se proyecta una rutina de cotidianidad y suburbios –una lavandera violada, una chiquilla forzada– y por el que pasa la vida entre desengaños, desigualdad social, cultura popular y amor, a pesar de todo.
El último poema, “Zorra”, propone un juego para castigar a las palabras con su propio significado. Como venganza, serán censuradas, idealizadas, mutiladas, asesinadas: “Y cuando acabemos con todas, y no quede ninguna, / tendremos que empezar de nuevo, / porque las palabras, como las mujeres, no se callan”.
Diccionario de términos eufemísticos es un poemario escrito desde la rabia, desde el mismo centro del útero; los poemas se presentan en carne viva y adquieren una fuerza que no decae en ningún momento porque de lo que se trata es de empoderar a los colectivos más vulnerables. Se agradecen, como datos imprescindibles, todas las referencias a mujeres poetas, escritoras y artistas (Camille Claudel, Colette, las hermanas Brontë, Margaret Keane, etc…) que en su tiempo tuvieron que remar a contracorriente por las aguas del imperante patriarcado. En ese sentido, y por sororidad, me uno a ellas, al poder de su talento, y las ensalzo a la manera de María Ovelar y de su liberador
poemario:
“La belleza es horror
y como Melusina nos inmolamos del mundo
para bañar nuestras colas de serpiente,
para ser Naturaleza, mujeratureza, matureza, madurez”.
Ana Sánchez Huéscar