Los ocho decidimos acompañar a Tano y Manoel de la mano de Mariana Travacio en su cabalgar hacia las tierras húmedas. Para ello nos provisionamos de nuestras escopetas cerveceras.
Le buscamos los puntos débiles al petiso y a los mellizos. Las frases cortas, rotundas y poéticas resistieron el primer embate y diezmaron nuestras ya bajas resistencias.
Cambiamos de táctica y examinamos si el punto débil estaba en Tano, Manoel, Juancho, Mario… por ese lado tampoco.
Luisa, Ramona, Ofelia, las furias e incluso hasta las dos Pepas, tan diferentes, no mostraban debilidades a pesar de que desconocíamos sus personalidades.
Sus imágenes cinematográficas y al mismo tiempo poéticas son antiguas como los poemas épicos, y son modernas como los microrrelatos de Augusto Monterroso.
Nos rendimos ante Mariana, sus disparos cortos, contundentes y certeros. Su venganza (¿femenina?) nos alcanzó y pensamos que quizás deberíamos seguir con “Quebrada” que remite a un tiempo anterior.
¿Acaso el gran mérito sea la ausencia de referencias temporales y espaciales?
Recordando “ladrilleros” de Selva Almada ¿Acaso las escritoras argentinas han decidido vengarse de los machos?
¿Acaso su relato nos abraza como si fuéramos santos y nos mira como si existiese el perdón?
Ante tantas dudas decidimos seguir cabalgando, volver a las tierras secas y a nuestros orígenes y para la próxima programamos leer “Una novelita lumpen” de, cómo no, Roberto Bolaño.