Las hojas caen como si se marchitaran
en los lejanos jardines del cielo:
caen haciendo un ademán de negación.
(Otoño, Rainer María Rilke)
Al personaje le queda la aventura y decir «ha empezado a nevar, jefe».
(Prosa del otoño en Gerona. Roberto Bolaño).
Pum.
Llega el otoño y llega la noche con una hora de adelanto.
La ciudad cambia de armario, preparándose para un frío que amaga, pero no golpea y nos imaginamos caminando las viejas calles, que ahora nos reciben entre penumbras. Hay intervalos de luz que escapan de los locales comerciales. Locales casi vacíos, de conversaciones en voz baja. Hay charcos de agua enjuagada, recién llovida, inundando las imperfectas aceras, que pisaremos o saltaremos según el ánimo o el grado de atención que pongamos en el paseo.
Es tiempo de gestos de fotografía de programa de mano o de carta de café, como levantarse las solapas del abrigo, como pelear con el último botón. Como usar un solo guante, el de la mano izquierda, la que sostiene el paraguas.
Es tiempo de sacar la bufanda y apretar sobre el cuello al punto de la asfixia, en un abrazo como solo se abraza en la infancia.
Es tiempo de buscarse alrededor de las velas.
Tiempo de hoja caduca.
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Me ha encantado imaginar esas hojas cayendo del cielo tan dulcemente.
Un abrazo 🌷
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Gracias por tus lecturas.
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