Estimados lectores y/o lectoras:
Compartir certezas es una forma de hablarnos en la distancia, ahí va la mía: John Berger se ha convertido en presencia continua.
Y no tengo ninguna duda, conozco el origen de esta afirmación, es un fenómeno propio que deriva de un tipo de escritura muy particular, la que supera el enmohecimiento del tiempo.
Os dejo con una de las cartas que componen su libro epistolar De A para X.
Te fuiste el 2 de enero de 2017, pero, aquí sigues, John.
M. C. A., para Yukali Página Literaria
DE A PARA X
(Fragmento)
JOHN BERGER
Mi guapo, mi soplete, mi kanadim, Ya Nour:
El otro día Andrea me preguntó cómo nos conocimos tú y yo. Y se lo conté. Y ahora quiero contártelo a ti. Pero si quieres, podemos cambiarlo. El pasado es la única cosa de la que no somos prisioneros. Podemos hacer con el pasado lo que nos dé la gana. Lo que no podemos hacer es cambiar sus consecuencias. ¿Y si construimos el pasado juntos? ¿Cuántos años hace? Era verano, en cualquier caso, y hacía mucho calor; tú estabas reparando un camión. Había otros vehículos allí, muchos sin ruedas, calzados con pedruscos. Era en un barranco, al oeste de Sennacherib. Había una caseta de bloques de hormigón con unos ventanucos diminutos que en algún momento debió de alojar a una familia. La utilizabas para guardar la herramienta. Tenía un par de bancos dentro, y también una cama con una vieja alfombra a los pies. Así que puede que a veces durmieras allí. Fuera había un tilo que daba algo de sombra.
Me habían encargado que te entregara una batería. Me acuerdo de lo que pesaba y de lo sucia que estaba, así que cuando me bajé del coche, la cogí por el borde, apartándola de mí para que no me manchara las mangas.
Déjala en el suelo, me gritaste en cuanto me viste.
Estabas soldando algo. Llevabas un delantal de cuero sobre unos pantalones cortos. El torso desnudo. Una oscura máscara metálica te tapaba la cara.
Cuando te la apartaste, un parche negro te cubría el ojo derecho, y en la cara se te notaba que te dolía.
¿Qué te ha pasado en el ojo?, te pregunté.
Está inflamado, y tuve que ir al hospital. A veces pasa con esto, me contestaste, alzando el soplete.
Llevabas unas botas fuertes, sin calcetines, y los cordones desatados.
¿De dónde eres?, me preguntaste.
Te lo conté y te expliqué que el hombre de la gasolinera, viendo que iba a tomar una carretera que no toma nadie, me preguntó si podía llevarte la batería.
Me miraste de arriba abajo y susurraste: gracias.
¿Cuánto tiempo tienes que llevar el parche?, te pregunté.
¡Hasta que encuentre oro!, dijiste.
Luego, viniste hacia mí, sonriendo, y te lo quitaste.
¿Conforme con esta versión?
A’ida
Deslocalización. No solo quiere decir trasladar la producción y los servicios a zonas en donde la mano de obra es más barata, sino que también se refiere al plan de destruir el estatus de todos los lugares que antes se consideraban permanentes, de tal modo que el mundo entero se convierta en un No Lugar y en un único mercado líquido.
Este No Lugar no tiene nada que ver con el desierto. Los desiertos tienen unos contornos más definidos que las montañas. El desierto no perdona. Volando muy, muy bajo sobre Haserof, retenido el tren de aterrizaje, las puntas de dos aspas de la hélice se combaron. Solo al aterrizar en Faz me di cuenta. Todavía estaba aprendiendo.
Esta cárcel no es un No Lugar.