El auto se deslizaba despacio por la calle a unos 50 metros de la entrada de la Unidad Habitacional. Serían las cuatro de la mañana, la hora exacta en que culminan las fiestas cuando aún no se cumple la veintena. Casi a punto de llegar a la meta, la luz azul y roja de una patrulla policial y su clásico pitido de advertencia nos hizo detener la marcha.
“Sus papeles”, dijo el oficial. Al revisarlos, el policía daba vueltas a una credencial de la escuela que portaba el conductor de nuestro vehículo.
“¿Qué es la ENAH?”, dijo el policía. Y enseguida empezó un largo diálogo entre un grupo de estudiantes y un par de policías que intentaban, a través de un interrogatorio moderado, encontrar algo sobre lo cual pudiera establecerse una negociación. Es decir, aplicar la tradicional “mordida”. Pero no se pudo, la habilidad argumentativa o quizá el cansancio, hizo que los uniformados devolvieran los documentos y nos permitieran llegar a casa.
La ENAH son las siglas de la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Y ahí también dialogábamos e interrogábamos, pero lo hacíamos con textos, que es una tarea estupenda. No se encuentran nunca todas las respuestas, y tal vez no siempre nos despierta el mismo interés, el contenido y la forma, pero sobrevivir al viaje lector, es una tarea que vale la pena.
Creo recordar que fue a finales de los años ochenta, cuando un grupo de amigos interrogábamos la Introducción a la teoría económica marxista, de Ernest Mandel, que el profesor Oscar Frontini nos había dejado como lectura en una de las asignaturas de la carrera de Antropología Física que se impartía en la ENAH.
Frontini era un profesor argentino que llegó a México, como muchos otros intelectuales de ese país, a causa de la terrible represión que ejerció el ejército y la dictadura en su última etapa (1976-1983). México ha tenido una fuerte tradición de apoyo a las personas perseguidas por sus ideas políticas.
También es cierto reconocer que, en lo interno, la fuerza del Estado mexicano casi siempre ha tratado con crudeza a los impulsores de las ideas de izquierda. Como en otros lugares del mundo, ha sido “candil de la calle y oscuridad de su casa”.
No obstante, esa política protectora en lo exterior ha permitido en muchos contextos, el aumento y el enriquecimiento de la diversidad cultural. La ENAH, es prueba de ello. Yo la recuerdo como un refugio diverso de ideas en el cual se buscaba y se confrontaba, no sólo los conceptos propios de cada una de las carreras que ahí se imparten, sino también las ideas políticas que se expresaban.
En esa época, la ideología de izquierda gozaba de mayor reconocimiento y existía un auge, sobre todo en América Latina, por su impacto en las realidades locales. Se soñaban cambios y revoluciones en esta y la mayoría de las escuelas superiores (en México), las públicas e incluso algunas privadas.
El debate y la participación política era una práctica esencial en el quehacer de la vida académica. Hoy, se habla de ello como un objeto pasado, perdido en el tiempo. Hablas de ideas marxistas, socialismo o si quiera expones algún concepto económico bajo esta corriente ideológica y el verbo denostar se hace presente y, sin la menor voluntad para debatir ideas, éstas se pierden en calificativos sin contenido.
Las discusiones que supongo se siguen dando en el seno de la vida académica, poco trascienden. En cambio, el ruido y la desinformación que se vierten en las redes sociales y en los medios de comunicación tradicionales, provocan apatía y cansancio. Falta de energía.
Exactamente era sobre la energía la respuesta que había encontrado en el interrogatorio al libro de Mandel, pero ya no la pude exponer al profesor Frontini. Lamentablemente falleció en un accidente de carretera.
Hoy a la distancia, viviendo en el “jardín” europeo, donde ha estallado una vez más la guerra, y en donde la energía cobra un papel relevante, lo recuerdo con su andar firme y pausado, su impecable racionamiento y orden para exponer sus ideas, pero sobre todo su paciencia para mantener la calma y la compostura, ante las diatribas. Por cierto ganó Argentina el mundial de futbol. Quizá su energía esté vibrando.
Estocolmo, diciembre de 2022.
(Autor de la fotografía de cabecera: Joaquín Pérez Sánchez)