LAS CIUDADES Y LOS INTERCAMBIOS I (Capítulo de LAS CIUDADES INVISIBLES), Autor: Italo Calvino

Estimados lectores y/o lectoras:

Negar la existencia de Cosimo Piovasco, del señor Palomar o de la ciudad de Eufemia porque no existen genealogías al respecto es un acto un tanto aventurado, cabría decir, incluso, que arbitrario, sería tanto como afirmar que para ser, obligatoriamente, tenemos que haber pertenecido.

No seré yo quien camine por tan intrincado camino, no, claro que no, basta que mi imaginación me diga que sí, que los árboles albergan humanos habitantes, que hay individuos que describen la vida a través de su mirada o que hay ciudades en las que, además de dedicarse al comercio, se afanan en la creación de historias, me vale, me sirve para dar fe de su existencia.

M. C. A., para Yukali Página Literaria

LAS CIUDADES Y LOS INTERCAMBIOS. 1

ITALO CALVINO

A ochenta millas de proa al viento maestral, el hombre llega a la ciudad de Eufemia, donde los mercaderes de siete naciones se reúnen en cada solsticio y en cada equinoccio. La barca que fondea con una carga de jengibre y algodón en rama volverá a zarpar con la estiba llena de pistacho y semilla de amapola, y la caravana que acaba de descargar costales de nuez moscada y de pasas de uva ya lía sus enjalmas para la vuelta con rollos de muselina dorada. Pero lo que impulsa a remontar ríos y atravesar desiertos para venir hasta aquí no es solo el trueque de mercancías que encuentras siempre iguales en todos los bazares dentro y fuera del imperio del Gran Kan, desparramadas a tus pies en las mismas esteras amarillas, a la sombra de los mismos toldos espantamoscas, ofrecidas con las mismas engañosas rebajas de precio. No solo a vender y a comprar se viene a Eufemia sino también porque de noche, junto a las hogueras que rodean el mercado, sentados sobre sacos o barriles o tendidos en montones de alfombras, a cada palabra que uno dice —como “lobo”, “hermana”, “tesoro escondido”, “batalla”, “sarna,”, “amantes”— los otros cuentan cada uno su historia de lobos, de hermanas, de tesoros, de sarna, de amantes, de batallas. Y tú sabes que en el largo viaje que te espera, cuando para permanecer despierto en el balanceo del camello o del junco se empiezan a evocar todos los recuerdos propios uno por uno, tu lobo se habrá convertido en otro lobo, tu hermana en una hermana diferente, tu batalla en otra batalla, al regresar de Eufemia, la ciudad donde se cambia la memoria en cada solsticio y en cada equinoccio.


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