El silencio de los años araña tanto como el regreso de los sueños. A veces regresas en mis sueños para preguntarme el límite entre lo imposible y lo posible, entre sueño y realidad; al sur de la frontera, al oeste del sol. Cada vez más lejos el uno del otro. Hasta que el corazón se asfixió.
En qué momento en tu foro interno empezaste a pensar que no eras lo suficiente bueno para mí. En tu foro interno, a años luz de nuestra ruptura, ya lo sabías. Sabías que nos iríamos apagando como un ocaso, irremediablemente, como el final menos deseado. Como el más abrupto de los finales. Aquel agotador y que nunca podría ser una despedida, jamás, y que nos haría añicos el corazón.
Aún hoy, recojo pedazos de ese corazón roto en forma de sueños, entre lo que pudo ser y nunca fue, entre deseo y realidad. E irremediablemente esta vez sí, desde la óptica de la realidad y no desde la de los sueños, tú y yo estamos cada vez más al sur de la frontera, al oeste del sol, sin posibilidad de encuentro. Tristeza que envuelve el corazón de una capa que aún araña, que resquebraja un poquito más el corazón.
Nunca acabó. Nunca acabaría. Entramos en un proceso lento que duraría toda la vida, siendo conscientes de que cuando se ama de verdad, nunca se acaba y que amar efectivamente, también significa miedo a perder. Hasta que nos perdimos el uno al otro, para convertirnos en un réquiem por un olvido eterno.
Maite Triano
(Este y otros textos de la autora podéis leerlos en su blog DONDE LA VOZ ME ALCANZA )