«Si todo se echa a perder, echémonos también nosotras a perder».
Este es el punto de arranque de la singular historia de Las margaritas (Sedmikrásky, 1966), protagonizada por dos chicas que se sienten apáticas ante el mundo patriarcal y corrupto que las rodea en el cual parecen sentirse como muñecas o títeres. Pero, ¿cómo salir de esa situación? ¿Y si se dejan llevar por ese mundo de perdición?
La directora checa Vera Chytilová (1929-2014) nos mostrará las aventuras de estas dos chicas rebeldes que se dedicarán, básicamente, a hacer lo que les viene en gana en cada momento, a huir del aburrimiento y, entre otras cosas, a engañar a hombres viejos casados de los que se aprovechan para obtener bebida y comida gratis, a la vez que ponen en evidencia su doble moral.
En sus andanzas —y con una actitud entre aniñada y sensual—, también llegarán, por ejemplo, a un lugar en el que se presenta un espectáculo de cabaret donde, completamente borrachas, terminarán molestando a clientes y artistas hasta que son expulsadas. En otras ocasiones se burlarán también del “amor” que les prometen sus amantes más jóvenes.
Pero estas chicas, de apariencia forzadamente ingenua y comportamiento anárquico, no dejan de razonar, no dejan de preguntarse cosas acerca de la vida, de la sociedad, en un discurso inconexo que, a modo de collage, el espectador deberá recomponer.
«¿Por qué se dice te amo? ¿Comprendes? ¿Por qué no se dice, digamos, un huevo?»
Dentro de este “camino de perdición” por el que transitan no dudan en robar incluso a otra mujer que es amable con ellas, y también mienten e incluso lo hacen entre sí, pero llegan a la conclusión de que eso no tiene la mayor importancia: «Eso no es nada. Todo el mundo miente. Y nadie se da cuenta».
Las amigas, aparentemente, solo parecen querer divertirse, y van buscando nuevas emociones, pero, a la vez, la directora nos va mostrando la búsqueda interior que se va produciendo en ellas y que da lugar a interesantes momentos de reflexión con diálogos de verdadero corte existencialista que trascienden el tono gamberro y desenfadado que impregna todo el metraje.
Ellas tienen la sensación de que nada existe, de que nada es real, de que todo es una especie de gran pantomima y de que, entre tanto, se les va la vida…
Una de las escenas más surrealistas es el collage que se hacen a sí mismas en la habitación, donde se cortan diferentes partes del cuerpo y repiten una pregunta que será una especie de leitmotiv en toda la película: ¿Te importa?
La película se encuadra dentro del cine experimental que se desarrolló en las nuevas olas cinematográficas en diferentes países a lo largo de los años 60, donde Las margaritas aporta una propuesta absolutamente vanguardista y original. Vera Chytilová rompe formal y estéticamente con las convenciones del cine clásico, pero, además, consigue una obra subversiva, repleta de símbolos y con una estructura absolutamente libre, donde los cambios de color son constantes y los efectos sonoros proporcionan el contrapunto a un montaje cargado de sentido, aunque aparentemente desorganizado.
Estas chicas están en constante búsqueda de algo que no parecen encontrar, algo que les permita salir de ese papel de “muñecas” manejadas por otros. Así es que deciden hacerse notar. Se muestran irreverentes, ríen, rompen, queman, destrozan y comen. Sobre todo comen. Carnes, pescados, dulces, pepinillos, huevos, manzanas. Cualquier alimento parece ser válido para volver a invocar el pecado original de Eva y así conseguir mantenerse vivas, presentes, dentro de esa sociedad represora que les niega su lugar.
Esta aventura se acerca a su final cuando, después de haber destrozado el salón de celebraciones en el que se habían colado, parecen arrepentirse y quieren arreglarlo. Podemos escuchar algo así como sus voces interiores intentando convencerlas de que si se “portan bien” serán felices. Pero ellas saben que, en realidad, eso no será así, y que, en definitiva, nada importa.
Vera Chytilová realiza Las margaritas en el contexto de una Checoslovaquia que vive bajo el régimen comunista —aunque en una etapa de cierto aperturismo que culminará con la Primavera de Praga (1968) y su posterior represión por el régimen soviético—. De hecho, la exhibición de la película estuvo prohibida en su país hasta 1975.
La directora no abandona Checoslovaquia —como sí lo hicieron otros cineastas checos de la Nueva Ola como Milos Forman, Jan Nemec, Jiří Menzel e Ivan Passer —y, en consecuencia, su carrera, afectada por la censura, quedó paralizada durante varios años. Sin embargo, sus obras han sido reconocidas con varios premios internacionales, como el que ganó con Las margaritas en el Festival de Bérgamo en 1967.
Vera Chytilová realiza un cine siempre original, basado en la experimentación y con marcado carácter humorístico, un cine que está comprometido con el feminismo, y que se muestra especialmente crítico con la hipocresía de la sociedad y su falsa moral. Por eso, a pesar de los años que han pasado desde su realización, Las margaritas siguen plenamente vigentes, y nos vienen a recordar que todavía queda mucho camino por recorrer y que, por lo tanto, no podemos permitir ni un paso atrás.