Y la tierra se irguió, vanidosa,
blandiendo su ejército de espigas violeta,
frente al bramido azul del mar.
Los campos se anegaron de surcos añiles,
tal vez usurpados a las olas
que se fueron replegando
mansas, dolientes, rendidas,
hasta fundirse
en una sutileza de espuma blanca,
y desvanecerse
entre pinceladas certeras
de púrpura, verde y malva.
Brihuega, julio de 2021
Bellísimo.
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