Hoy me he levantado pensando en ti como todos los días, pero no te alegres que no es una buena noticia; no para mí al menos.
Pensé toda la noche como decirte que no te quiero, que interrumpes mis planes, que arruinaste mis sueños. Que desde hace tiempo quiero escapar de tu asfixiante abrazo, que entras en mí solo para provocarme dolor y que dejas luego unas inmensas ganas de llorar y de huir; de huir de ti y de todo, de correr lejos a donde nadie pueda alcanzarme, a donde el silencio sea grande y eterno.
Quiero que te vayas como llegaste: de la nada, un día normal como cualquier otro y lo convertiste en una masa grisácea que sucedía sin que yo lo deseara. Estoy cansada de llevarte sobre los hombros, pesas mucho. Dueles. Lastimas, pero lo que es peor: sin motivo. Lo que me lleva a no comprender cómo es que sigues aquí si yo no te he aceptado, si no ha ocurrido algo que justifique tu presencia. No lo entiendo.
No puedo vivir más en la nebulosa y espesa atmósfera entre tú y yo. Uno de los dos tiene que irse, esperaba que fueras tú pues yo llegué primero.
Dejaré por aquí el cóctel de colores y un vaso con agua, la puerta estará abierta.
Si decides irte prometo valorar cada día de mi vida, no dejar marchitar mi cuerpo como hasta ahora y quizás hasta encontrar el amor.
Si decides irte quizás me bañe todos los días, quizás pueda salir unos minutos al parque; cepillar mis dientes no estaría mal. Y todas las cosas que no me dejas hacer.
Prometo también recordarte siempre, recordar que soy tan pequeño y grande a la vez, tan vulnerable; reconoceré que torres más grandes han caído. Te tendré respeto.
Si decides quedarte solo te pido un favor: dile al mundo que esto no fue mi voluntad, que nunca quise hacerles sentir mal; que hubiera salido a pasear y a conocer gente si hubiera podido y que no estaba fingiendo. Que de verdad me dolía hasta respirar, que de verdad no tenía fuerzas para hacer las cosas. Deja de ser cobarde y diles que me sometían, que tu pie siempre estuvo sobre mi cuello; en fin, no quiero discutir ahora.
Deja de mirarme con esos ojos, no me comparezcan, no quiero verte.
Aunque lo intentes no voy a llorar, ¿sabes por qué?, porque nuestra relación termina hoy, de una u otra manera, pero hoy. Cierto, tiembla mi labio y también mis manos, pero tú y yo sabemos que eso es lo menos que me ha sucedido. Está decidido.
Llegó la hora, aquí, una vez más tú y yo frente al espejo; decide ya…
Típica Dama Enamorada