Al escuchar las teclas del piano siente como una a una van clavándose en todo su cuerpo. Primero una caricia, después un leve picor para terminar en una punzada infinita. Lento, agónico, sin final. Triste, buscando el anhelo que se marchó. El viento alborota su pelo, frota sus ojos irritados. ¿Lágrimas? ¿Polvo? ¿Estrellas fugaces caídas de nadie sabe dónde? ¿La paz perdida? ¿El final? Silencio. Escucha una voz, no entiende bien lo que dice. El mensaje deseado el cuerpo erguido no hay tregua.
Es una canción, la música. Su mirada brilla, había olvidado que eso pasaba a veces. Es la canción, no una cualquiera. No lo sabe, piensa, no puede.
Silencio. Frío, el pensamiento perdido. No queda nada. Quiere irse para siempre, se va, deja que pase, lentamente. Tararea, sonríe y llora. No hay manera de poder continuar ni quiere hacerlo. Pica, el cuerpo pica. Sangra, el alma sangra. El corazón late lento. Cansancio, agotamiento pasado presente futuro. Tararea de nuevo en un hilo azul una estrofa perdida en el abismo. Blanco, azul y rojo. Las olas, la soledad, el horizonte. Se va entre teclas de piano, canciones olvidadas, olores, colores en gris y todos los sonidos de la vida juntos.
Je t’ai attendu 100 ans
Dans les rues en noir et blanc
Tu es venu en sifflant
YUKALI PÁGINA LITERARIA 