BRILLAR, Autor: Stefano Fracassi

Primer día: David

—David Ortego Puerto.

Es mi nombre.

Me llama uno de los dos guardias que, tranquilitos, esperan a que me acerque. Recojo la mochila y el bolsón que me han dado para poner mis efectos personales, tiemblo tanto que casi se me caen los cojones.

Juntos cruzamos una puerta, al otro lado hay dos más, de barrotes. La última da al exterior. Antes de abrirla, cierran la primera.

Nos está esperando un señor con traje, le queda que parece un paquete de azúcar. Se presenta y me explica que junto con los dos guardias, me va a dar una vuelta a la cárcel. Con un gesto me da entender que empieza el show.

Vaya sitio. Plantas, flores, bancos, todo nuevo y cuidadito, parece la Plaza Alta 1, ni las palmeras le faltan. Hay una fuente en el medio, fíjate, hay pececitos.

Andamos en dirección a la construcción más grande.

Entramos, ya no tiemblo. Al final de un pasillo, hay una sala enorme con más de cien mesas redondas, cada una con cuatro sillas. Un ventanal ocupa toda una pared, da a otro jardín, flipas con la luz que entra. Hay unos cinco futbolines y mesas de ping pong.

Ni jaleo, ni olor, está vacía.

Es una de las salas de recreo, se ocupa desde las 17:30 hasta las 19:30. Ahora no hay ni dios, dicen, porque están todos en cursos o en talleres. De momento somos ciento doce presos, pero la cárcel puede albergar hasta mil.

Vamos, que estamos de lujo.

La diarrea se ha pirado, será por el santísimo fortasec de María.

Salimos de nuevo y vamos por detrás de una plaza.

Imagínate el tochaco de talego. El jardín que se veía desde la sala está en el centro de una avenida, hay pabellones a los dos lados, vamos a entrar en el más grande, el centro deportivo.

Primero, los vestuarios. El blanco de las banquetas, de las duchas y de los azulejos, brilla cantidad ¿Están nuevos? ¿No hay peña aquí o qué?

Con lo siguiente alucino: hay tres campos de fútbol siete y dos de baloncesto. El suelo azul está perfecto, ni el Cádiz 2 tiene una movida así.

Bajamos una planta y llegamos al gimnasio, máquinas no hay muchas, pero adivina: nuevas y brillantes como todo el chiringuito.

A subir otra vez, a la piscina, olímpica y climatizada. El techo está acristalado, el sol ilumina que te cagas, también hay unas vigas de madera montón de guapas. Es el agua más transparente que he visto en mi vida.

—Vamos hijo —me dicen, riéndose. Me he quedado embobado.

Mejor acelero un poco, que me he relajado.

Otro pabellón, este es para los eventos. Ni cuento las sillas, tan colocaditas que molestan. También hay pantalla de cine y un escenario chico con dos guitarras y un bajo.

Brillan, aquí todo brilla. Dicen que esta noche hay un conciertillo.

Volvemos a la avenida, son las 16:15, hay una calor de la leche.

Estamos yendo a mi celda, las áreas de trabajo y los talleres los veré mañana, al comedor me iré a las 20:00.

De camino me cuentan cómo será mi rutina durante los próximos cuatro años: nos despiertan a las 07:00. Desayuno, 07:15. De las 08:30 a las 13:00, trabajo formativo. Para comer tenemos una hora, por la tarde, talleres o formaciones a elegir: idiomas, cocina, teatro… Desde las 17:30 hasta las 19:00 puedes hacer deporte o lo que te dé la gana. El fin de semana es más o menos libre, hay liguilla de fútbol y visitas.

Llegamos al cuartelón de las celdas, subimos dos plantas, la primera rampa de escaleras la subo de dos en dos.

Si le quitas las puertacas gordas, parece el todo incluido de Portugal, en el que estuve con el Cuca.

Ahí va la mía, la 237.

—Te ha tocado la lotería, pero no le cojas cariño que hay rotación.

Para abrir usan dos llaves.

Hay una cama de matrimonio, las sábanas y las cortinas son naranja fosforito. Encima de la cama hay colgada un cuadro de unos flamencos. Me fijo otra vez en la luz. La peor cosa que le puedes quitar a un andaluz es la blanca luz del sol. Igual, hacérsela saborear, es su peor castigo. Cojones, estoy hecho un poeta.

Al otro lado de la habitación, un armario sin puertas, una estantería y una esquinita-baño: hay un váter y un lavabo de metal. De repente, me doy cuenta de que no hay otra cama y me entra un canguelo del carajo, ¿me va a tocar compartirla? Pregunto dónde está mi compañero. Uno de los guardias se descojona y el otro me dice que la celda es toda para mí.

No jodas. Si mi cuarto, que es un poco más grande que esta cama, lo comparto con las tres pavas de mis hermanas. Bueno, ahora las princesas ya tienen una miguita de espacio más.

Ay, María, vaya regalo te he hecho para los diecinueve, un pedazo de excursión para llevar al hermano gilipollas a la trena. Pobre muchacha.

—Dentro de una hora te recogemos —se van y lo dejan todo abierto.

Abro la mochila que me han dado, hay ropa con la marca de la cárcel. Joé, no es Adidas, pero está chula. Lo coloco todo y me pregunto cómo coño he llorado enfrente de mi hermana. Se me caía la puta baba, no podía parar.

Menudo cagón, un infierno me esperaba yo. Aquí, lo voy a bordar.

Último día: María

Por fin Archidona 3, Archidona de los cojones.

Gracias David, otro regalazo me has hecho: el peor día de mi vida.

Te has superado, con la ida no era suficiente, la vuelta también para mi cumple, joputa.

Anda que no me acuerdo cuando te llevé. En la estación de autobuses de Málaga estuviste media hora cagando, volviste más blanco que una sábana.

Antes de despedirnos me rompiste el corazón, no podías parar de llorar, se te caía la baba. Una hostia te hubiera dado. El chulillo del David.

Cruzo la calle que separa la parada de autobús de la entrada de la cárcel.

Parece un centro comercial.

En la recepción le digo para qué he venido.

Se me baja la tensión, tengo ganas de vomitar, me aguanto, no voy a estropear esta monada de sitio.

—María Ortego Puerto.

Una mujer me está llamando, ha venido a recogerme, vamos a por ti.

Hace calor, andamos por un camino que está más guapo que el paseo marítimo y más cuidao que el barrio inglés de La Línea.

Por fin entramos en un edificio, el aire acondicionado me enfría el sudor, la mujer me mira, llegamos a una habitación, ahí estás, el David.

¿Eres tú? Mira qué pómulos, parecen más grandes. Grandes y duros como barrotes.

Te has cortado el pelo. Anda que no aciertas ni una, todas las muchachas me daban la lata con tu pelo rubio y el tonto va y se lo corta.

Me esperaba verte más cachas, con el coñazo que nos has dado con el gimnasio, la piscina y las pesas…

Tus ojos azules siguen brillantes y preciosos, igual que tu expresión.

Más listo no pareces, tanto estudiar y la misma cara de pavo se te ha quedado.

¿Alemán has estudiado? ¿Pa´ qué? ¿Para tirarte a las guiris?

Qué mal bicho eres, con la que has liado, encima te pasas tres años como un señor.

Los cojones que tuviste de cabrearte cuando no pudimos ir a verte cantar con un grupito de presos gilipollas como tú. Nosotras trabajando como cabronas y tú cantando.

La luz que entra por una de las ventanas brilla y te ilumina. Un príncipe pareces. No quería venir, monté un pollo de la hostia, casi viene mamá. Casi la matas.

Ahí estás, cambiado y guapísimo.

Me doy la vuelta llorando, la muchacha me acompaña afuera del tanatorio, seguro que hay papeleo, lo que me faltaba.

Stefano Fracassi

1 Plaza Alta de Algeciras.

2 Cádiz Club de Fútbol.

3 Cárcel de Archidona, Malaga.


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