SILENCIO, Autor: Rodolfo Yaz

Buscaba silencio. Confundió un instante con algo que creía olvidado. Caminó dos meses por senderos entre montañas de baja altura. Llevaba una boina gris, pantalones marrones y campera impermeable. Una bolsa de arpillera atada con una soga a su cuerpo. Algo para comer, algo para tomar. Sentía un fluir de sonido constante en sus oídos, eso dijo. Comenzó a caminar y se difuminó. Si pasaba por alguna casa o pueblo, apenas hablaba. Un saludo y seguir.  Halló una brisa entre pasto danzante y croar de hojas que cedían al viento. Insectos y plantas hacían todo un mundo en cada centímetro pisado. Paraba por momentos su andar, se sentaba allí donde estuviera, en el piso o una piedra. Sacaba su cantimplora con agua y se quedaba mirando el piso, buscando el universo que se expandía allí. Tomaba uno o dos tragos de agua y miraba el cielo, las nubes. A veces divisaba un aguilucho o un cóndor en la altura planeando en vuelo sereno de ascensión. Silencio. En ese trajinar de nada, hallaba paz. La ausencia lo llenaba. Había dejado crecer su barba y por momentos no recordaba la última vez que había hablado con alguien. Por las noches, recostado con la cabeza en la bolsa de arpillera, experimentaba la escasez de compañía. Viejos resabios de un algo que se iba extinguiendo. Se dormía mirando aquellos puntos en un cielo infinito y sus oídos presa de un no ruido, hacían florecer su ser, su latir. Despertaba para ver el amanecer, el instante de luz naciente que abrigaba y hacia ceder. Luego seguía, siempre seguía, caminando, paso a paso. Lo encontraron dos puesteros que a caballo buscaban una vaca perdida cerca del Río Tordillo. A la distancia lo confundieron con la vaca, la creyeron muerta entre los pastos. Luego vino lo sabido. Lo envolvieron en un poncho color marrón y lo ataron con torpeza detrás de la montura de pellón desgastado. Así lo bajaron. Juran que parecía dormido, con rostro sereno, tenía los brazos cruzados sobre el pecho y un escarabajo de patas torpes le caminaba por la frente. Buscaba silencio, esa ausencia que tanto lo llamaba. Está enterrado en el cementerio municipal de Maipú.

Rodolfo Yaz


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