Un día el río se secó.
Los peces amanecieron muertos
y el color verde de las ovas se tornó amarillo
como la mostaza de Dijon.
Aparté los peces y con ellos hice una pira funeraria.
El humo que desprendía olía a arenque
y era gris como las sombras de la película de Zhang Yimou.
Con las ovas me hice una túnica.
Con el corazón ahumado y con la túnica mostaza
inicié una peregrinación por otros ríos del planeta,
predicando a mi paso, encendiendo piras, tiñendo ovas.
Cuando mi cuerpo acabó a su vez cubierto de escamas
encendí una pequeña hoguera.
Olor a arenque, llamas mostaza.
Y en el cielo, una nube gris como las sombras.
Isabel Jiménez