Estimadas lectoras y/o lectores:
Hoy, además de invitaros a una lectura, os acompaño en ella.
Anna Ajmátova no fue insensible al dolor —quién pudo decir algo así, quién fue capaz de acusarla de que en su poesía el sentimiento se diluía en el interior de la forma—; su poesía tiembla entre los bordes de las sílabas que componen sus versos, y, estoy seguro de que nos quedaremos unidos a esa primera estrofa del poema donde ella bordea la perfección expresiva escribiendo acerca de un alma casi perdida.
M. C. A., para Yukali Página Literaria.
POEMA 9
Ya el ala de la locura
ha cubierto la mitad de mi alma,
me da a beber su vino de fuego,
y me llama a su valle tan negro.
Comprendí entonces que ella
había conseguido la victoria,
que debía escucharla como quien
presta oídos a un delirio ajeno.
Y que no me dejaría
llevarme nada conmigo
por más que le pidiera,
o la cansara con mis ruegos:
ni el espanto en los ojos de mi hijo:
su sufrimiento vuelto piedra;
ni el día en que estalló la tormenta,
ni nuestra corta entrevista en la prisión.
Ni el amable frescor de sus manos,
ni la sombra temblorosa de los tilos,
ni aquel distante y levísimo rumor
de las palabras, el último consuelo.
Casa de la Fontanka, 4 de mayo de 1940