Los árboles ofrecían al hombre la medida de sus propio espacio vertical; en tal ofrecimiento -misteriosamente presente todavía hoy cuando lleno de gasolina el depósito de la sierra mecánica- encontramos una prueba, la más discreta que pueda darse en el mundo, de que nunca hemos estado completamente solos.
Cada pino al atardecer
aloja al pájaro
de su voz
perpendicular y quieto
el bosque
indiferente a la historia
como una piedra imperturbable
repite
con entusiasmo febril
la vieja historia
de la puesta de sol
John Berger, Y NUESTROS ROSTROS, MI VIDA, BREVES COMO FOTOS.