Desde el principio asumí el liderazgo de la pandilla de la clase, aunque no era el más alto, o el más apuesto, o tenía la cara del de menos amigos. Me gustaba hacer bromas con todo y con todos, los ponía a prueba con cada cosa nueva que yo inventaba o que hacíamos.
Recuerdo lo mal que lo pasaba Rosa cuando le tocaba a ella, siempre trataba de escabullirse. La última prueba que había previsto hacerle significó para ambos algo impensable en ese instante, tanto que desde entonces no nos hemos separado. Yo quería experimentar en el laboratorio de biología del colegio algo más allá de lo de abrir una rana por el medio, para analizarla con todo lujo de detalles.
Ese día mientras la profesora hacía lo propio con la rana de turno, me quedé mirando a Rosa; habíamos crecido, no cabía la menor duda, ya no era la que se quedaba escondida entre el grupo y apenas sobresalía por algo que llamara la atención en ella. Ese día mi cuerpo empezó a sentir algo diferente, que no comprendí muy bien en ese momento lo que era.
Ella miraba con atención lo que la profesora iba haciendo con la pobre rana y seguía sus explicaciones casi sin pestañear. Yo seguía ensimismado mirándola, olvidándome lo que se me había ocurrido antes como prueba hacia ella para cuando saliésemos de la clase.
Cuando salimos, Rosa me preguntó si me había dado asco el experimento de la rana, mientras, sin advertirlo, nos íbamos quedando atrás del grupo. Era la primera vez que inconscientemente me estaban haciendo una prueba y no me estaba dando cuenta; no llegué a responder a la pregunta.
Unos años después nuestro hijo va a ir hoy por primera vez a una clase bien diferente de laboratorio y tras despedirlo, cuando se montaba en el microbús y lanzábamos besos, nos quedamos mirando el uno al otro.
—No estaba mirando la operación de la rana, pensaba en ti, pero me daba vergüenza mirarte.
—Yo, en cambio, sí te miraba. No solo no tenía asco de la rana, sentía algo que todavía no ha desaparecido y que cada día es más fuerte.
La ciencia, la simple y pequeña ciencia, nos unió y le debemos al anfibio algo más que su vida; por eso, durante esas noches en las que los oímos después de la lluvia, nos relajamos juntos mirando por la ventana para acompañarnos con sus cantos mientras reconciliamos el sueño.
Durante las noches hay un fiel testigo más que nos acompaña, además de las estrellas, que sacrifica su vida por nosotros.
Nicaragua. Marzo 2013
(Incluido en libro “PALO y ASTILLA – Savia en el espacio y el tiempo”, de la editorial Universo de Letras, de los autores Antonio Ortuño Casas y Adrián Ortuño Güendell. Marzo 2021)
A continuación os dejamos el enlace con la página web de Antonio Ortuño Casas:
https://aortunoc.wixsite.com/antusas/libros
Y con la de la editorial Universo de Letras:
https://www.universodeletras.com/PALO-y-ASTILLA——-.htm