Son los días nublados, esos que amenazan lluvia, los que revuelven la entraña. Los que invitan a mirar por la ventana sin conciencia del tiempo, sin apenas parpadeo y respiración entrecortada. El antracita del amanecer, el londres cuando intenta levantar el día, el perla de la mañana llena de hastío. El azulado de la sobremesa, el plata de un tímido paseo con paraguas. El pizarra nos anuncia que se acerca poco a poco el carbón de la noche. Y cuando creemos tenerlo todo bajo control y esperamos impasibles a que llegue lo previsible, todo cambia de pronto. El siberia se hace fuerte en el cielo y anuncia la llegada del ártico. Parece que finalmente, no lloverá.
Ana Melgosa