CONOCE A UN AUTOR: SVETLANA ALEXIÉVICH
Hoy doy un salto en la geografía, en el idioma y en el género literario: viajo con mi reseña a Bielorrusia, al ruso y a la no ficción para presentaros a Svetlana Alexiévich, escritora, periodista, prosista y figura pública, cuyos libros han sido traducidos a más de 30 idiomas, desconocida en España hasta que en 2015 recibió el Nobel de Literatura y cuyo espíritu crítico, profundo compromiso con los que sufren y fructífera carrera literaria yo he tardado demasiado tiempo en descubrir.
A caballo entre el periodismo y la literatura, Svetlana inaugura un nuevo género, la llamada literatura de voces, que no pretende ser una crónica periodística ni tampoco una obra de literatura sin más, sino que integra ambos géneros. Podemos definir a Alexiévich como una mujer de oído, es decir alguien que tiene el don de saber escuchar y el arte de trasladar a la escritura lo que ha escuchado, captando con sutileza y profundidad psicológica la realidad oculta de unas vidas. La autora descubre lo que subyace en las diferentes voces que nos presenta y que nos interpelan, nos muestra el drama humano que está detrás de las palabras, plasma las pérdidas, las ausencias, la nostalgia de lo que ya no es, la desesperación y la esperanza. La escritora buscaba un medio para acercarse a la sustancia humana de los acontecimientos y lo encontró en las obras del escritor bielorruso Alex Adamovich, en su estilo de escritura polifónica denominada «novela colectiva» o «coro épico». En sus textos a medio camino entre la literatura y el periodismo, Svetlana emplea la técnica del collage yuxtaponiendo testimonios individuales. «Me dedico a la historia omitida, a las huellas imperceptibles de nuestro paso por la tierra y por el tiempo. Recojo la cotidianidad de los sentimientos, los pensamientos y las palabras. Intento captar la vida cotidiana del alma.», nos dice la autora. Y en otra ocasión afirma: «Mostrar el horror a través de la belleza es para mí como guiar al lector a través del infierno de Dante, para que vea la vida en toda su complejidad».
He leído su obra, he aprendido mucho, me he emocionado y la he disfrutado; toda ella está impregnada de humanidad, amor y poesía. Su lectura no es fácil, no por su prosa, que es muy fluida, sino porque hay pasajes que nos dejan sin aliento por la dureza y el sufrimiento que contienen. No son libros para leer de corrido, mejor adentrarnos en un coloquio, en un testimonio y reflexionar. Sé que muchos lectores evitan esta clase de obras, pero pienso que también hay que leerlas. La obra de Svetlana Alexiévich es un logro como ensayo literario, como valiente labor periodística, como conseguida combinación de ambos géneros; que sean sus entrevistados los que nos cuenten lo sucedido es un gran e innovador acierto. Todos sus libros son dignos de ser leídos. Últimos testigos quizás sea el más perturbador por tratarse de la memoria de niños. «¿Por qué le dispararon en la cara? Mi madre era tan guapa…», se pregunta muchos años después Volodia Korshuk, un profesor y doctor en historia. Si tengo que elegir una obra, yo os recomendaría Voces de Chernóbil porque pienso que sentimos el accidente nuclear más cercano que las guerras y las nostalgias de los soviéticos.
En todo caso no dejéis de leer al menos algún fragmento de esta obra conmovedora y turbadora, aunque impregnada de humanidad, amor, belleza y poesía de Svetlana Alexiévich. Luego vosotros decidís si queréis seguir leyéndola.
Biografía
Svetlana Alexiévich nació en Stanislav, Ucrania, pero se crió en la República socialista de Bielorrusia. Tanto el padre bielorruso como la madre ucraniana fueron maestros. Desde niña se interesó por la literatura y durante el periodo de escuela escribió poesía y artículos para la prensa escolar y también en la revista literaria Neman de Minsk, donde publicó sus primeros ensayos, cuentos y reportajes. Una vez graduada en periodismo, compaginó el trabajo en el periódico local con su labor de profesora de historia y alemán en la escuela. Durante ese tiempo se debatió entre la tradición familiar de la enseñanza y el periodismo, decantándose por este último.
Fue firme defensora del régimen soviético hasta que un viaje a Afganistán, ocupado por el ejército de la URSS, para repartir juguetes en un hospital de Kabul, le hizo cambiar de opinión y actualmente Svetlana es una convencida crítica del gobierno ruso, de Vladimir Putin y del conjunto de la élite rusa. Perseguida en varias ocasiones por el gobierno soviético a causa de sus escritos, en 1985 no pudo publicar La guerra no tiene rostro de mujer. El estreno en Moscú de la adaptación teatral de esta novela supuso un gran antecedente en la glásnost o apertura del gobierno soviético iniciada por su dirigente Mijaíl Gorbachov. Enfrentada al gobierno y a la censura del presidente de Bielorrusia, Aleksandr Lukashenko, abandonó el país en el año 2000 y estuvo viviendo en París, Gotemburgo y Berlín. En 2011, Alexiévich volvió a Minsk. En las elecciones de Bielorrusia de 2020 apoyó públicamente a la opositora Tijanóvskaya y recordó que cuando escribió un libro sobre el papel de la mujer en la Segunda Guerra Mundial comprendió que las mujeres son «la vanguardia de la sociedad».
Además de ser galardonada con el Premio Nobel de Literatura 2015 por ‘su obra polifónica’ que, de acuerdo con el jurado, es un monumento al valor y al sufrimiento en nuestro tiempo, ha recibido numerosos galardones como el Ryszard-Kapuściński en Polonia; el Herder en Austria; el Premio Círculo de Críticos Nacional del Libro, en Estados Unidos; Premio de la Paz del Comercio Librero Alemán en Alemania o el Médicis de Ensayo, en Francia.
Obras
La guerra no tiene rostro de mujer, 1985. Editorial Debate, 2015. Que las mujeres trabajaran en la guerra no solo engendraba indiferencia, sino que incluso estaba mal visto. En este libro la autora reúne los recuerdos de cientos de mujeres que participaron con el ejército ruso en la II Guerra Mundial. Sus testimonios nos muestran la parte no heroica de la guerra: la suciedad, el frío, el hambre, la violencia sexual, la angustia y la sombra omnipresente de la muerte. Alexiévich reescribió este libro en 2002 para introducir los fragmentos tachados por la censura en la primera edición e incluir material que no se había atrevido a utilizar en la primera versión.
Últimos testigos. Los niños de la Segunda Guerra Mundial ,1985. Editorial Debate, 2016. En este libro Alexiévich nos ofrece el retrato de una de las mayores tragedias de la historia: la devastadora consecuencia de la guerra sobre los niños.
Los muchachos de zinc. Voces soviéticas de la Guerra de Afganistán, 1989. Editorial Debate, 2016. Compila un mosaico de testimonios de madres de soldados soviéticos que participaron en la Guerra de Afganistán.
Fascinados por la muerte, 1993. Ofrece la visión de aquellos que no pudieron sobrevivir a la idea de la caída del gobierno soviético y se suicidaron. No traducido al español.
Voces de Chernóbil. Crónica del futuro, 1993. Casiopea, 2002; Siglo XXI, 2006; Debolsillo, 2015; Debate, 2015. Esta obra coral da voz a aquellas personas que, silenciadas por su propio gobierno soviético, sobrevivieron al desastre de Chernóbil, situando su epicentro en Bielorrusia, la zona más perjudicada. Se inicia con una nota histórica, seguida por un ramillete de testimonios en forma de 39 monólogos, tres coros y dos solitarias voces humanas que describen la incompetencia y el dolor del accidente nuclear.
El fin del «Homo sovieticus«, 2013. Acantilado, 2015. En este sencillo texto polifónico Svetlana muestra mediante microhistorias la tragedia que supuso la desaparición de la URRS y del Homo Sovieticus. Muchas víctimas de la represión sentían nostalgia por un mundo perdido.
Concha Vallejo