De la cabeza vives
Y no puedes vivir
Si tú de la cabeza vives
De piojo has de morir.
Ópera de los tres centavos, Bertolt Brecht
Alguien pasea por el Soho,
La noche es tan cerrada que ni siquiera puede verla, le cae encima, un temblor sigue a otro, malos presagios conducen a peores augurios, pero está tranquilo porque el miedo no ha aparecido aún y esa es una muy buena señal;
Justo al doblar una esquina, la sombra de una navaja quiere colarse en el paño raso de su abrigo de azules melancólicos, busca su cartera y todo lo que se pueda llevar, la navaja no sabe de sentimientos solo sabe de egoísmos e intereses contables y claro va buscando su sangre a cualquier precio, las cosas no pintan bien para este buen hombre, honrado a carta cabal, no se ha percatado: es la hora del dinero fácil…
Pero no me inquieto, se trata de pura ficción, yo estoy en mi casa, estoy leyendo una obra de teatro de Brecht, nunca he estado en el Soho y tampoco iré a pasear por entre sus adoquines facinerosos, ávidos de sangre;
Y creo que con eso será bastante, que me basta y me sobra para pensar que estoy a salvo, porque hay un gran espacio entre la realidad y la ficción, no hay vasos comunicantes, y porque, puestos a ser sinceros, a mí que me importa.
Pero la navaja teatral brechtiana, distanciamiento incluido, se ha hecho real, tan real como el amor y la muerte, y ha buscado una arteria, y la ha encontrado, y está bebiendo sorbos calientes como si llevara años sedienta, y tampoco ahora siento miedo porque ya para qué,
Estoy muerto,
Mackie Messer ha salido de caza, le da lo mismo qué o a quién, se fugó de la obra allá por el Acto II, a darse paseos por la realidad con su navaja de filos asesinos, y me da la bienvenida mientras su voz de delincuente se diluye entre las notas de la orquestina del cabaret donde se bebe a la salud de los que miran hacia otro lado:
Qué poca cosa es un muerto menos o un muerto más.
CODA:
Brecht sonríe con sus ojillos irónicos, está escribiendo el final de esta obra, su título: La Ópera de los tres centavos, por ella campa un capitalismo sin escrúpulos, mujeres explotadas, corrupción a raudales y bajos fondos al servicio del poder: ¿debería ser castigado Mackie?, si lo hace, los espectadores tan contentos, ¡ha triunfado el bien!, pero para qué está la Dialéctica sino para cuestionarse hasta lo evidente, porque en la realidad, ¿ocurre así?…
No queda más remedio que esperar la llegada del mensajero real para que la obra llegue a su fin, no os puedo decir más, no estaría bien que anticipara el final, se lo dejo a un Brecht que ha dejado Baviera atrás, ha dicho adiós al expresionismo y está sentando las bases de su Teatro Épico, entre tanto, otro personaje, Peachum, el gerente del mercado de los mendigos, sale de la obra, se acerca al proscenio y se dispone a pronunciar su gran frase:
«Por eso no hay que perseguir demasiado el mal».
Manuel Cardeñas Aguirre