entre las ruinas de mi inteligencia.
Jaime Gil de Biedma, POEMAS PÓSTUMOS
Podría pensar que el tiempo ya no me ahoga
Que la desmesura de su asfixiante abrazo ya no desgarra mis lentos amaneceres
Que estoy tranquilo
Que ser y existir han pactado su no agresión mutua
Incluso
Convencerme a mí mismo de que es así solo porque así lo pienso
Y entonces podría decir que escribo
Por ejemplo
Alba mañana mediodía atardecer y crepúsculo
Todo de un tirón
Y que mi yo se hace escritura porque ella late en mis venas
Y es aire en mis pulmones
Sin ahogarme
(Solo lo justo)
Y llevado de ese pensar en condicional y posible
Deduciría
(Fácil silogismo)
Que todo mi mundo es un folio en blanco para imprimir palabras
Escurridizas
Atentas solo al encuentro de aquella inspirada luz que todo lo abarca
O que da sentido último a la noche
De los tiempos
Podría
Pero la realidad, terca y persistente, me remite a un espacio menos amable donde acechan sombras, soledad y negación:
Los desiertos rojos
Lugar para espejismos sedientos y realidades de arena fina, Lugar para contemplar el origen y el fin del planeta Escritura, eso que llamamos Poética ─tiempo infinito para meditar creación y mundo─; aunque, rápidamente, maticemos que esa Poética sea la del Caos:
El que es y existe.
El que va y viene en mi cabeza.
El que domina la realidad y la vida.
El que se expresa, a veces, en un grito, a veces, en un murmullo; a medias, invocación, a medias, letanía.
Porque
Si vivir fuera intento por evitar el caos, escribir es sumergirse en él para dotar de formas el delirio y la desproporción.
Porque
La escritura es impredecible y paradójica ─pretende luz en la oscuridad, seguridad en el naufragio, armonía en el desorden─, no aspira a nada, únicamente vive atenta al momento de tu pérdida, te acompaña, se queda contigo y encuentra palabras a tu desvarío.
Porque
Quizá todo escribir que no se inicia en la duda, por pequeña que sea, o la confusión, por grande que nos parezca, no traspase nunca los límites de la pose y el gratuito divagar.
Porque
Ese yo desértico y abismal que se autodenomina escritor es un ser en penumbra que ha llegado a un acuerdo, frágil, con la Escritura para instalarse entre sus paredes y respirar el oxígeno que emana de las voces y de los ecos que allí se oyen.
Un yo
Que no desea otra cosa que caer ebrio de oscuridades para levantarse sobre el filo de la mañana
Envuelto en esa luz
Que lleva consigo escribir y vivir:
entre las ruinas de mi inteligencia.
Manuel Cardeñas Aguirre
Un placer leerte Manuel.
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Gracias, Joaquín.
Manuel
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¡Ah, las letras como entintados insectos de materia gris polinizando el lirio que hay en el delirio abierto en proporción a su desproporción marchita!
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Volver a leerlo, qué gustazo, Manuel
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Gracias, Silvia, andaba pillado.
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