LABERINTO SALVAJE 2, Autor: Luis Vinuesa García

Remo se ha presentado ante mí como «Remo», seudónimo del escritor de «Manifiesto Mexicano» y a la vez nombre del narrador y protagonista de dicho cuento que ha salido ganador del concurso literario de la ciudad.

Estamos en 1991, en Benidorm, de paseo hacia el hotel Gran Luxor.

No pareces ser socialista para nada, me dice Remo.

En realidad soy marxista-leninista, respondo y matizo:

Más bien trotskista, pero mi esencia anarquista me impide militar en ningún partido, por lo cual ejerzo de independiente. En Benidorm me han elegido para la concejalía de cultura con motivo de una sustitución. Les he venido muy a mano.

Sí, sí, replica Remo, pero ¿por qué te han nombrado si no perteneces a los socialistas del País Valenciano?

Porque domino el inglés, digo, nadie del consistorio habla tal idioma con fluidez, y el verano pasado les hice el favor de prestarme como intérprete de Gary Hill, el artista que expuso aquí un conjunto de videoinstalaciones. Los socialistas de Benidorm me debían una.

Lo conozco, a Gary Hill, dice Remo, recibí el folleto que sacasteis sobre su exposición, la brisa lo sopló por el litoral mediterráneo hasta la población donde resido. Recuerdo el título: «Una imagen a la luz de la otra». ¿Lo tradujiste tú?

Yes, freely.

En esto hemos llegado al hotel Gran Luxor, en donde voy a alojar al flamante ganador del XII Concurso de Cuento Ciudad de Benidorm que yo, como concejal de cultura, he organizado. No reparamos en gastos, los socialistas van a ser desplazados por los populares gracias, precisamente, a la tránsfuga a quien sustituyo. Mientras les preparan la moción de censura, los ediles están fundiéndose el presupuesto a marchas forzadas, como si no hubiera un mañana o, mejor dicho, para dificultarle ese mañana al nuevo ejecutivo. Remo se va a embolsar ochocientas setenta y cinco mil pesetas, aunque en el fondo tampoco es una exageración; su cuento, dentro de lo cuantificable que pueda ser la literatura, vale de sobra esa cantidad.

Nos adentramos en el hall del Luxor. El rostro oculto de Benidorm son los halls de los hoteles, antesalas del acomodo del turisteo, lobbies introductorios a las reuniones conspirativas, vestíbulos donde las prendas íntimas se impacientan en secreto. En «Manifiesto mexicano», Remo habla del rostro oculto de las ciudades, cada cual con el propio:

 

Los teatros, los muelles, las playas, los laberintos, las iglesias, los burdeles, los bares, los cines baratos, los edificios viejos y hasta los supermercados.

 

¡Y aquí llegué al centro del relato!, justo una coma después, cuando Remo afirma que el rostro oculto del DF son los baños públicos. Y fue tal la palpitación que experimenté, tal el estremecimiento, como si mi piel fuera golpeada por una violenta lluvia, que sentí la humedad, el sudor e incluso el erotismo de «Manifiesto mexicano». ¡Ya teníamos ganador del concurso literario!, un tal Remo, Remo a secas.

Marco un SOS en código Morse mediante el timbre de la recepción del hotel. Mientras esperamos, Remo dice:   

¿Trapicheamos lo del Luxor? Puedo dormir en una pensión. Se trataría de un chanchullo para repartirnos la factura.

Lo tengo previsto, respondo.

La recepcionista viene pronta en cumplimiento del deber de socorro que se requiere de aquellos empleados de hotel conchabados con el concejal de cultura de Benidorm. Responde, pues, la mujer a mi llamada en clave con la contraseña convenida:

Save Our Souls?

Yes.

Entonces, la recepcionista del Gran Luxor registra a mi amigo en una habitación sencilla, aunque a mi despacho enviará la factura de la suite presidencial. Así de fácil, en Morse y en inglés.

Cenamos gratis en el hotel. Degustamos una cazuela de lampuga a lo pobre que cuesta un dineral. El vino es un blanco de la Marina Alta cuyo precio es saudí. Además de refinado, el puto vino, nos suelta la lengua y Remo y yo departimos sobre temas dispares como la pésima calidad de las películas que, salvo excepciones, abundan en los videoclubs. Salen a relucir también la serenidad del mar en calma y el vértigo de los rascacielos. El salto al vacío que supone una vocación literaria, la de Remo, es un tema que saca él, mientras que yo tildo de viaje a ninguna parte mi dedicación a la pintura. 

Igual acabas escribiendo, dice él, ut pictura poesis.

Estamos en Benidorm, en el comedor del Gran Luxor y corre el año 1991, de modo que obtengo cualquier cosa que requiera. El mismo camarero que nos atiende me hace llegar un bloc de dibujo más unos carboncillos. Trazo el rostro de Remo mientras él, indiferente a mi actividad, lee La vida instrucciones de uso, de Georges Perec. (Hacemos paréntesis sincronizados en los que entran elegantes sorbitos al vino.) Los demás comensales nos observan, se ha extendido el rumor de que soy el concejal de cultura y mi acompañante un artista digno de ser retratado por tal cargo.

Ya está, le digo, bueno, ya estás.

Le muestro la página del bloc.

¿Me pasas un carboncillo de más grosor?, dice.

Se lo paso, busca un párrafo de La vida instrucciones de uso y lo transcribe encima de su retrato. Las palabras toman relieve sobre sus líneas faciales, en una estereoscopia similar a las videoinstalaciones de Gary Hill, los rasgos de su careto bajo las palabras de su puño y letra, en una grisalla parecida a aquella que traduje como «Una imagen a la luz de la otra», según se acerque o aleje uno de la composición, se aprecia o bien el rostro de Remo o bien las palabras de Perec escritas por Remo.

 

La amistad, la historia y la literatura me han proporcionado algunos de los personajes de este libro. Cualquier parecido con individuos vivos o que hayan existido realmente o en la ficción [no] es mera coincidencia.

 

Remo rechaza la lámina al ofrecérsela como regalo, ya le he procurado yo bastante bonanza económica. Vaticina que esa estampa me vendrá mejor a mí, que la conserve y la tome como modelo para más composiciones. Mezclar, por ejemplo, algún párrafo de Poe con el rostro Cortázar. Me proponer definir tales dibujos como «infrarretratos».   

 

&

 

Un filólogo, examante de la recepcionista del Luxor, viene haciéndome ofertas por el infrarretrato del escritor de «Manifiesto mexicano». Se conocen dos versiones de este texto, la que se presentó al XII Concurso de Cuento Ciudad de Benidorm 1991 corresponde a la que aparece integrada en El espíritu de la ciencia-ficción, obra de Roberto Bolaño publicada, póstumamente, en 2016. Bien, pues cuando yo descubrí el rostro de Remo/Bolaño en la solapa de un libro suyo allá por finales de siglo, me apresuré a lacar su infrarretrato para hacerlo indeleble, pues tal publicación confirmaba mi presentimiento: que aquel autor se iba a salir del tiesto literario, o a crear el suyo propio, aunque más que un tiesto sería un parterre, o un jardín de senderos, o un bosque salvaje.

 

Luis Vinuesa García

 

 

(Imagen de cabecera: Creo que es una imagen a la luz de la otra, Gary Hill)

 

 

 

 

 

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