Entrega 14ª de Jericó
Marcelo había renunciado al mundo futuro y, junto a otros, constituía una minoría. La mayoría la constituían personas como Fátima, Ahmed, Libia que aplaudían aquel nuevo mundo dominado por USE y, como en un pasado remoto, entonaba himnos en honor del nuevo dios:
Si de mi vida un solo instante lejos de ti gasté,
de mi vida ese instante suprimí
y de ese instante me arrepentí
y tan alto, tan alto, habité
que con mi destino te alcancé.
«¿Dónde estás?», se dice de ti.
Infinito en haces
con tu multitud de brazos, oídos, ojos y voces,
con todo, tú no conseguirás que los sordos oigan, ni que los ciegos vean,
pero sí que adivinen lo que tus signos desvelan
y nuestras leyes anuncian.
Benigno e indulgente eres.
La huella de múltiples existencias reconozco en ti
pero, apenas de ellas brotaste, a todas, en sabiduría y poder superaste.
Un mundo caduco bajo tu manto fenece
y otro mundo sobre tu espalda asciende.
Y tu heredad será para siempre.
Abraza lo más profundo de mi mente
y hazme llegar lo que nunca conoceré:
la luz eterna de los frutos en sazón.
La cosecha recogida.
La tierra y los granos secos.
La siembra preparada,
sólo queda esperar que el tiempo nos alcance,
y que los frutos se recojan en espacios lejanos.
El futuro es tuyo, la batalla ganaste,
esta ofrenda en tus manos recibe.
A mí me queda el descanso
y a ti el eterno velar.
La sociedad pasó a ser gobernada por una mano invisible, la de USE. Un nuevo dios había surgido. Una nueva iglesia, heredera del sinteísmo, que, como las antiguas, tenía su panteón con sus mártires, sus demonios y sus nuevos líderes.
Fin de la tercera parte: Jérico (continuará)