SILENCIO
Tumbados sobre la cama y apenas sin resuello después del orgasmo, le dijo mirando al techo.
-Cuéntame un secreto.
-Si te lo cuento dejará de serlo -sonrío ella.
-Lo olvidaré cuando termines de contármelo.
-Entonces, ¿para qué quieres saberlo?
-Para amarte un poco más sin darme cuenta.
Se incorporó unos centímetros y apoyó su espalda en el cabecero de la cama, al tiempo que él acomodaba la cabeza en su regazo.
-¿De qué color quieres que sea el secreto?
-Oscuro -respondió él.
-Esos cuesta mucho confesarlos.
-Lo sé.
Su secreto más oscuro era el que la atormentaba desde hacía años. Ese al que había intentado hacer frente tantas noches de alcohol y lágrimas y nunca había podido doblegar. El olvido no llegaba nunca, la culpa no desaparecía y los remordimientos siempre terminaban venciendo.
Le acariciaba la cabeza con su mano izquierda, la mirada perdida y las palabras se ahogaban. No parecía posible que su corazón pudiera latir con más fuerza que unos minutos antes cuando el sexo les agotó, pero era así. Le miró con ternura y él le regaló una sonrisa.
-Gracias por compartirlo conmigo.
-Pero si no he dicho nada -respondió ella.
-Exacto, ya sé cuál es tu secreto más oscuro.
Ana Melgosa