AL AMPARO DE LA RELATIVIDAD, Autor: Manuel Cardeñas Aguirre

 

 

Que quien cuenta su fuego apenas arde

Petrarca, Cancionero

 

QUIZÁ no se trate de otra cosa que narrar una historia,

Únicamente, eso:

Ahí, va,

Primero, un personaje,

Alguien con alguna característica peculiar, por ejemplo, que le guste contemplarse en el fondo de los espejos, en los espacios claros de la naturaleza y/o en las aguas tranquilas que devuelven miradas, alguien, que quizá no lo haga con afán narcisista, sino a modo de ritual que repite una y otra vez porque en ese sencillo acto encuentra aquello que le falta, verse para reconocerse, un vínculo con su cuerpo, algo que le obligue a volver de allá donde se encuentre instalado,

Y puede que, también, sea el clásico personaje dominado por un comportamiento obsesivo en el que predomine la repetición continua de los hechos para sentirse por encima de ellos, de su arbitrariedad y de su tiranía, alguien en el que prevalezca la intuición sobre la certeza y alguien que, desde vanas pretensiones, intente construirse realidades,

¿Pero qué realidades?,

Esa es la parte complicada, ahí está el meollo del asunto, la historia se complica,

Porque el personaje, a pesar de su insistencia y de sus desvelos, sigue sin concretar ese término, ¡está irremediablemente perdido!, va de ilusión en ilusión, precisa algo a lo que aferrarse: un resquicio, un asidero o una referencia que le permita engancharse a lo que le rodea porque lo que le rodea sigue, día a día, minuto a minuto, una marcha imparable que tiende a expulsarlo más allá del círculo, fuera de los límites,

Y no se trata de encontrar una explicación —para qué las explicaciones, no consiguen otra cosa que distraer acerca de la naturaleza y de la procedencia del hecho mismo—, si hubiera que buscar algo, en todo caso, sería un sentido,

En consecuencia, desde fuera, nos veríamos obligados a intervenir en su vida y le diríamos lo clásico: que se deje de monsergas, que hay que vivir, y, como apoyo, desplegaríamos una catarata de infinitivos: salir, entrar, hablar, relacionarse, amar, odiar, salir, entrar…, y, luego, llevados de la euforia del intervencionismo, nos atreveríamos con otro tópico, aconsejar,

Pero puede que no nos haga ni caso, se trata de un personaje, querrá caminar por su cuenta,

Así que, luego, quizá mediada la noche, el personaje, agotado de esa reflexión continua, y justo en el momento en el que los espejos y las aguas duermen repletos de sombras, se enfrentará con el teclado y dará comienzo al hecho de contar una historia cuyo inicio viene repitiéndose una y otra vez desde hace tiempo y que, después de unas pocas líneas, se le atraganta por inverosímil, se le escapa por intrascendente y se le antoja carente de interés, la historia de alguien que quiere dejar constancia de que aquello que busca en la contemplación y en la mirada no es una ilusión o un delirio, sino la única posibilidad sobre la que ha de insistir una y otra vez,

La de escribir,

Y, tal vez, puede que fin.

Manuel Cardeñas Aguirre

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