6ª entrega de Jericó
Fátima despertó rodeada de tubos. La niebla la rodeaba y le impedía distinguir quién manipulaba una de las válvulas a las que estaba enchufada. Una dulce sensación la invadió y perdió, de nuevo, cualquier contacto con el mundo.
Al recobrar la consciencia lo primero que vio fueron dos tubos, uno más grueso insertado en su hombro derecho y otro que penetraba por debajo de la sábana y acababa en su brazo izquierdo. Estaba en una amplia habitación ocupada por, al menos, según podía observar, otras cinco cámaras hiperbáricas transparentes. Ella ocupaba una de ellas y a través del cristal reconoció a su madre y a otras dos personas que la observaban. Las tres llevaban un mono estéril, semejante al que ella usaba cuando entraba en las áreas de seguridad de la zona de cultivo de su empresa. «Así que los tratamientos de rejuvenecimiento en cámaras hiperbáricas existen», pensó, pero ella no estaba allí para ese tratamiento.
Su madre, al advertir que había abierto los ojos, acarició instintivamente el cristal de la cámara a la altura de su cara. Al percatarse del gesto los dos extraños lanzaron a sus oídos, con una voz metálica y reverberante, producto del sistema de comunicación de la cámara, el mismo saludo:
—Nos alegramos de que, por fin, haya respondido al tratamiento.
Todos, incluida su madre, empezaron a hablar y sus voces cruzadas generaron un confuso guirigay traducido por el sistema en un rumor incomprensible.
Los tres se miraron, comentaron algo y a continuación su madre tomó la palabra:
—¿Cómo te sientes?
Trató de responder con un neutro «bien», pero las palabras no salieron de su boca. Después de un momento de angustia hizo un gesto afirmativo con la cabeza. Su madre respondió con el mismo gesto al tiempo que las lágrimas resbalaban por sus mejillas.
—Por favor —dijo uno de los dos sujetos—, explíquele cuál es su situación.
Fátima notó la mirada de preocupación dirigida hacia su brazo derecho.
—¡No puedo! —respondió su madre echándose a llorar.
—Bueno… lo haré yo. Soy el doctor Oliveira… Permítame, yo se lo explicaré… —el médico pasó de mirar a su madre a mirarla a ella—. No sé si es consciente de que cuatro muchachos la agredieron y apuñalaron. Uno de los navajazos le alcanzó el hígado y la base de los pulmones, y ha estado en coma inducido durante cuarenta y cinco días. Eso ya es pasado. Con la utilización de sus células madre estamos consiguiendo reparar ambos órganos… El problema al que se enfrenta ahora es que… en su huida… las dos motos que conducían pasaron por encima de su brazo derecho y su columna, con tan mala fortuna… que el brazo quedó deshecho… y tuvimos que amputárselo a la altura del hombro… También tuvo una rotura vertebral con daño medular… con lo que si conseguía recuperarse quedaría parapléjica…
Aquel hombre seguía perorando. Fátima desconectó. En su angustia trató de girar la cabeza e intentó levantar su brazo derecho. No pudo hacer ni lo uno ni lo otro. Sintió un agudo dolor proveniente de su brazo derecho que le hizo pensar que debían estar equivocados. Ella sentía su brazo. Notó que su cuerpo se encontraba inmovilizado dentro de la cámara. En su cabeza volvió a escuchar: «Nana nenem, que a cuca vem pegar, papai foi pra roça…». Su mirada reflejó la ansiedad que la dominaba. El médico paró de hablar y esperó a que se recuperase para seguir con sus explicaciones.
—Le estamos inyectando unas hormonas. Ellas nos ayudarán a que podamos implantarle el brazo que están creando en los laboratorios de su empresa con sus células madre. Será un proceso lento y abarcará el crecimiento de los tejidos, su regeneración, su implantación y la rehabilitación posterior para que el brazo sea funcional. Un robot le ayudará en esa rehabilitación y dirigirá al principio todos sus movimientos. Primero pensamos en utilizar un brazo biónico, pero desechamos esa idea al observar la buena regeneración de su hígado. La regeneración de su brazo era altamente probable por las características de sus células no diferenciadas y conservadas en la empresa para la que trabaja. Así que nos decidimos por esto último. Su periodo de recuperación será más dilatado en el tiempo, pero su nuevo brazo funcionará como el que tenía. En cuanto a la rotura medular decidimos implantarle unos electrodos que hicieran provisionalmente de puente en la zona dañada. Al mismo tiempo le implantamos en esa zona unos nanotubos de fibra de carbono que permitirán que se restablezcan las conexiones previas a la rotura. Una vez restablecidas procederemos a retirar los electrodos. Este proceso es menos traumático que la regeneración del brazo. También necesitará una fase larga de rehabilitación, pues incluye el funcionamiento de los electrodos junto a un pequeño chip, el cual traduce las señales y la posterior regeneración…
La cabeza de Fátima seguía enredada: «Desce gatinho, de cima do telhado, pra ver se a criança…». Intuyó más que comprendió que recuperaría el brazo. Mientras, el médico continuaba…
—…uno de los problemas era que la regeneración de su nuevo brazo tuviera un desarrollo lento, con ritmo similar al que tiene lugar en un crecimiento normal, pero las simulaciones de los ordenadores y la presencia de células suyas en el banco de su empresa nos han facilitado el proceso. Las células conservadas en su empresa son recientes, tienen su edad y podemos acelerar hormonalmente el crecimiento de los tejidos en su brazo, que se regenerará y será totalmente funcional en unos dos años, aunque tendrá que aprender a coordinar sus movimientos a partir de cero. Funcionará con uno biónico de forma provisional, unos dos o tres meses, hasta que le insertemos el nuevo brazo. El biónico no le permitirá realizar movimientos de mucha precisión, pero podrá utilizarlo para comer y manejar un teclado. Todo el tratamiento no le supondrá ningún coste, pues su empresa ha decidido hacerse cargo de él debido a lo que supone de avance en la regeneración de órganos.
Al oír la frase de simulación por ordenador se acordó de USE, ¿lo que había oído antes del asalto acaso fue un aviso suyo? En ese momento su pensamiento entró en comunicación con USE que se lo confirmó. El médico había acabado con sus explicaciones y le presentó a la otra persona que estaba allí, un policía. Quería saber cómo se había producido el ataque. Le dijo que pensaba que los adolescentes estaban implicados en otras acciones violentas. Una comunicación anónima a su sistema de vigilancia los había avisado. «Creemos que la llamada se produjo al mismo tiempo que usted era atacada y eso nos ha permitido detenerles cuando aún llevaban sus pertenencias», comentó. Fátima vio con claridad por qué USE dio el aviso: no para que detuvieran a aquellos infelices, sino para que los daños no fueran irreversibles. Tuvo la certeza de que eso le había salvado la vida. El policía le preguntó si sabía quién podría haber dado la alerta, por qué estaba viviendo en aquella mísera zona cuando ella tenía un piso proporcionado por la empresa, por qué había ido tanto a la favela como a Canutama… Todo eran preguntas a las que Fátima no se encontraba con fuerzas para responder.
—Será mejor que la dejemos tranquila. Han sido demasiadas emociones para el primer día que recupera la consciencia… —dijo el médico al tiempo que empujaba suavemente hacia la puerta a su madre y al policía.
—¡Por favor! —susurró Fátima—. Mi madre…
—Sólo cinco minutos… —dijo el médico.
Una vez solas, tanto a ella como a su madre, se les saltaron las lágrimas. A continuación Fátima le preguntó:
—¿Qué te han comentado en la empresa?
—No te preocupes, los responsables me dijeron que estabas de vacaciones y no sabían dónde te encontrabas. Firmé un papel a tu empresa autorizando tu tratamiento. Tus amigos, que, por cierto, no sabía que tuvieras tantos, han venido varias veces a preguntar por ti. El mismo día que ocurrió y antes de que me lo comunicara la policía todos me llamaron, como si supieran que te había ocurrido algo…
—¿Qué te han dicho?
—Nada, no han sido capaces de explicarme cómo se enteraron. Supongo que como miembros de seguridad recibieron un aviso temprano, pero no entiendo las explicaciones que me han dado.
—¿Por qué he estado tantos días en coma?
—Ya conoces mi maldita memoria. Me acuerdo que comentaron algo de un coma inducido para facilitar tu recuperación —desvió la mirada hacia el robot que siempre la acompañaba y que ratificó la información—. Parece que de esa forma pueden conseguir que todo tu organismo dedique sus esfuerzos a la regeneración.
—¿Te han dicho cuándo me recuperaré y podré salir del hospital?
—En unas tres semanas.
Una bot-enfermera entró en la habitación y pidió a su madre que la dejará descansar.
—Te dejo esto para que te proteja. —Fátima vio que su madre depositaba una medalla en una mesita adyacente a la cámara y no pudo evitar sonreír al recordar sus supersticiones.
Abundantes lágrimas humedecieron las mejillas de su madre, lo que provocó que se deslizaran también algunas por la cara de Fátima. Cuando se quedó sola la bot-enfermera le dijo que le iba a inyectar un sedante que la ayudaría a dormir. El sueño la venció al tiempo que sentía como penetraba el líquido en sus venas.