5ª entrega de Jericó
La favela de Recanto das Emas, en las proximidades de Brasilia, le pareció el lugar más apropiado. Antes entró de nuevo en la zona acotada a los vigilantes y dirigentes, y atravesó la frontera con su pase especial para permanecer en la favela durante diez días.
El aire allí era aún más irrespirable que en el río Purus. Allí tenía que conectarse al oxigeno con más frecuencia y embadurnarse continuamente la piel con los protectores.
Los habitantes de la favela, todos ellos excluidos, exhibían en su cuerpo los signos de aquel ambiente contaminado. Ninguno debía tener más de treinta y cinco años. Alquiló una habitación para esos diez días. Rodeada de miseria, desesperación y desechos empezó a ser consciente de su dependencia de los demás. Supo cuál sería su decisión final, fueran las que fuesen sus creencias sobre la individualidad y su odio a las superestructuras. Todo era palabrería. Necesitaba formar parte de algo y sentirse apoyada. Además, ella creía en Ahmed a pesar de su arrogancia. Eso la diferenciaba de Marcelo. Él desconfiaba de todo y de todos. Esa suspicacia le había permitido mantenerse al margen de la Red. Comprendió, de pronto, una de las frases de USE. En oposición al hombre USE estaba solo y únicamente le guiaban los resultados de sus cálculos. Podrían ser erróneos, pero nada se interpondría entre la resolución tomada basada en sus cálculos y su realización. No le censuraba nadie, no rendía cuentas a nadie, sólo a sí mismo. El hombre no era libre y nunca lo sería, sus decisiones venían influidas por sus sentimientos, sus miedos y algo tan impreciso como las relaciones establecidas con otros. USE no era humano o no parecía serlo. Era libre.
Al tercer día de su estancia en la favela, después de adquirir sus provisiones en una barraca convertida en tienda y cuando caminaba en medio de una insana lluvia tropical hacia la chabola en la que había alquilado una habitación, sintió un pitido en su cabeza. Pensó que USE la había localizado y pretendía comunicarse con ella. Le extrañó aquel quebrantamiento de lo pactado y giró instintivamente la cabeza hacia donde parecía provenir el ruido. Antes de vislumbrar nada, recibió una puñalada en el estómago. Sintió como le arrancaban la bolsa de las manos. Mientras se le nublaba la vista, distinguió como cuatro chicos de unos trece años la rodeaban y le arrebataban la mochila.