ABRIL, Autor: Rodolfo Yaz

Se encuentran todas las semanas en el mismo café. Ocupan una mesa cualquiera. Ella tiene dos hijos, una casa alquilada y un esposo de indiferencia. Lleva pantalón y un pullover de escote pronunciado. ¿Cuándo vuelven? El martes, responde ella. El viaje ya lo teníamos planificado, es el cumpleaños de mi suegra, nos juntamos en su casa de las sierras de San Luis. Los dedos entrelazados se acarician sobre la mesa. Una moza de cabellos cortos y tatuaje en brazo les sirve dos cortados medianos y tres medialunas. Mañana a la noche puedo, sí, yo también. Él inclina su cuerpo y le besa los labios; vuelve a sentir su aroma, el olor a shampoo de sus pelos recién lavados. La mira a los ojos y ríe. Las manos cortan los sobres de azúcar y una servilleta de blanco papel limpia migas de la boca. El otoño prematuro aún conserva colores de verano. Hojas verdes y amarillas cabecean. Charlas tras manitos y martilleos constantes tres cuadras más abajo. Él tiene pensado algo para su próximo encuentro, sorpresa que anhela satisfacción. Proyecta acción en aquel cuarto de departamento céntrico, ventana al oeste y cuadro opuesto. Dejan caer ropa, manos exploran cuerpos conocidos y un aroma dulzón. Ella recostada con los cabellos sobre la cara; él le besa el hombro derecho. El viernes al mediodía saldremos, cuando los chicos lleguen del colegio; voy a hacer sándwiches para el viaje, sí querido, no te preocupes, ya hablé con tu hermana. Las tazas vacías. Hay una mirada profunda de saber felicidad clandestina. Él la toma por la cintura, en el mismo café, primera vez de la semana. Se hablan al oído y ríen. Dale, me tengo que ir, en serio. Vuelven a pasar vehículos, alguna moto de escape atrevido. La vereda los retiene a ambos hasta que se fracturan en distancia de reencuentro. La mano derecha saca unas llaves y la puerta se abre. Papá, papá; él se agacha y abraza a sus hijos, los besa. Mirá lo que me pasó en la pierna, me empujó Joaquín. Hola amor, rico olor, ya va a estar listo. Sus hijos en pijama corren por toda la casa; el reto. ¿Te ayudo?, pregunta él, y toma a su mujer por la cintura, en rutina acción. Afuera las hojas caen y algún vecino saca la basura. Dios, cómo me gustás, y esto, nunca lo imaginé. Se callan, se duermen; ya es abril.

Rodolfo Yaz

 

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