La mujer contemplaba las montañas desde el amplio ventanal del
acogedor ático que era su hogar. Como cada día, guardó en su retina el
paisaje antes de iniciar el camino a su trabajo que estaba en la ciudad.
Cuando regresara, la lámpara situada detrás de los cristales le anunciaría,
que su amor ya estaba esperándola.
Pero hoy la lámpara no lucía y, en su ático, el silencio, la soledad, lo
llenaba todo.
Mª José Braña