Es verano.
La gamba arlequín
come estrellas de mar.
Venus, sobre la ciudad,
zigzaguea caminos
como si ondulara la melodía
desafinada de sombras
que suena camuflada en el aire.
Escribir.
Una anciana
olvida las llaves de su casa
y tiene que vivir
buscando pasadizos
en las grietas de la pared,
inventando conjuros
que atraviesen puertas,
desvaneciéndose
frente al hogar perdido.
¿Dónde dormirá esta noche?
Su mecedora permanece vacía,
no cruje la letanía de los huesos,
el letargo con sabor a manzana.
¿Qué edad tiene la plata
que cubre el reloj de pared?
La radio habla para los muebles
y a Venus poco le importa
la planta lánguida que no crece
en la ventana del patio de luces.
Bajo esa hondura descansa
un lago verde y gris.
Seres voladores alteran la ingravidez
de los recuerdos que flotan.
Brilla lleno de luciérnagas
el lugar donde se ahoga el musgo.
Escribir.
Con la música
que sabe a humo
veleta búho
ojo de girasol
voz del viento
elevándose
para que a la noche
le nazcan cumbres
como cuerpos de fiebre.
Escribir y desbordar cornisas.
Para que los altos campanarios
perforen la cerradura del tiempo
con sus cúpulas afiladas.
Escribir
marcha atrás
delante de los fracasos…
para que la anciana
regrese a casa
apague la radio
riegue la planta
abra el armario
y compruebe que nadie
le ha robado
el amor que aún guarda
desde mil novecientos sesenta y tres.
En la encimera se pudre un melocotón.
Venus no sabe bailar.
Ana Sánchez Huéscar
Une belle poésie comme d’habitude chez Mme Ana Sánchez
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très gentil, ¡merci!
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