EL JARDÍN DE LAS DELICIAS, Autora: Ana Melgosa

 

Me he despertado temprano, tampoco es ninguna novedad. El día está gris, para quedarse en casa calentita bajo el edredón. Pero hoy a mí me apetece salir, me siento descansada y animosa. Me levanto, me preparo el té de los fines de semana y entro a mirar en Internet donde ir.

Mirando museos, veo El Prado y pienso que hace mucho, mucho, demasiado tiempo que no voy. Siempre hay tanta gente… Me apetece El Prado.

Llego y todavía no han abierto pero ya hay gente esperando, no mucha, unas quince personas. Subo el cuello de mi abrigo y meto mis manos en los bolsillos. Hace frío.

La gente empieza a moverse y por fin entramos. Me desabrocho y guardo mi pañuelo. Qué gusto, ¡qué bien se está! Pienso.

¿Por dónde empezar? Hace tanto, que estoy perdida. No tengo prisa, nada concreto, me da lo mismo, donde mis pies me lleven. ¿Y qué más da? Estoy aquí por placer, puro placer. Un lujo, qué bien.

Después de un par de horas de calidez pictórica, entro en la sala de El Bosco y ahí está, uno de mis cuadros preferidos. El Jardín de las Delicias. Sonrío, me acerco como cuando encuentras a un amigo especial después de un montón de tiempo. Paso firme, cuerpo relajado, leve contoneo de caderas.

Ensimismada con el cuadro, con el panel izquierdo, con la tibieza del mensaje, con la insinuación de esa fuente. Oigo tu voz cerca, muy cerca. Detrás justo de mí siento tu presencia. Me voy a girar y tú me dices que no lo haga. No lo hago. Me pides que siga mirando el cuadro. Tu boca está tan cerca de mi oído que tus palabras hacen moverse levemente mi pelo.

-¿Te gusta el cuadro? -me preguntas.

-Sí -te digo con un hilo de voz, moviendo mi cabeza y con el corazón a mil por hora.

-A mí, también -me susurras.

-Me gusta ese caos sin definir. ¿Y a ti? -te pregunto.

-¿A mí? Me gustas tú contemplándolo.

Noto como mi respiración se ha acelerado, como mi cuello quiere inclinarse levemente para sentir mejor tu aliento.

– Una hora cerca y no te has dado cuenta. ¿O sí?

-¿Llevas una hora siguiéndome? No, no me he dado cuenta.

-¿Estás excitada? -me preguntas sonriendo.

-Mucho -te contesto con un suspiro, cerrando los ojos.

-¿Y ahora, qué te apetecería?

Me preguntas qué me apetecería y solo puedo sonreír, morderme el labio inferior y decirte que quiero entrar en el cuadro, quiero ser una delicia más como los protagonistas del lienzo, quiero gozar como ellos con la naturalidad con que todos lo están haciendo. Te digo que en este momento moriría porque la sala se quedara vacía, porque me quitaras el abrigo, dejaras caer mi camisa, retiraras mi pelo y me besaras el cuello. Me apetecería sentir tus manos en mis pechos, tu cuerpo pegado al mío. Que lo que más quiero es empezar a escuchar Orfeo y Eurídice y dejarme llevar con los ojos cerrados por la música y tu voz. Sentir cómo me acaricias los hombros con tus labios y la humedad de tu lengua en mi espalda.

Tus manos y tu boca dibujan mi cuerpo. Y ese jardín se convierte, en nuestro jardín.

Ana Melgosa

 

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