JERICÓ (3ª parte de Heredero del Gólem). U.S.E.

2ª entrega de Jérico

    Libia y Fátima quedaron a las siete de la tarde del día siguiente dentro de la zona de seguridad, en la plaza Dos Cristais, al lado de la plaza Duque de Caixas, en el centro de Brasilia.

    Los nervios del encuentro no permitieron a Fátima dormir. A su cabeza acudía una y otra vez, a pesar de las dos pastillas de somníferos, la nana: «Nana nenem, que a cuca vem pegar, papai foi pra roça… «Debería hacer algo para sacarla de mi cabeza», pensó. ¿Qué se dirían? ¿Qué pensaría Libia de ella? ¿La vería, por comparación con ella, como una negra enorme o como una estúpida cosa híbrida? No lo sabía. En común sólo tenían el trabajo, el culo grande y el pelo rizado negro. «¡Ah, y la mutación!», pensó Fátima. Hasta entonces su único contacto habían sido los saludos que se intercambiaban en los relevos de las guardias.

    Fátima fue andando hasta el lugar del encuentro. El lugar estaba cerca y eso le permitiría comprobar la distancia a la que podían comunicarse. Desde su apartamento en el antiguo distrito militar urbano llegaría en quince minutos. Abandonó los auriculares inalámbricos encima del mueble de la entrada. A aquella hora no habría mucha gente en la calle paseando y nadie se extrañaría al verla sin ellos. Dejó su casa cuando el sol se acercaba a su ocaso. Había paseado muchas veces entre los árboles alimentados por el aire purificado que cubrían la zona de seguridad. Siempre le sorprendía la abundante vegetación. Caminó entre los troncos de Brasil florecidos, que a aquella hora mostraban sus flores amarillas a la tamizada luz de poniente. Los frutos marrones abiertos, vacíos de semillas, exponían sus inútiles y gastadas espinas sobre la verde pradera por la que caminaba. Al entrar en la avenida principal el número de árboles aumentó e hizo que se intensificaran las sombras que se cernían sobre ella. Los edificios habitados por los vigilantes quedaban a su izquierda y amplificaban aún más la oscuridad. A su derecha aparecía la verja que rodeaba la mole de hormigón de su zona de trabajo con sus escasas aberturas. Recordó cuando USE se le reveló en la fábrica y sintió cómo había cambiado su vida en sólo unos días. Los troncos de Brasil se mezclaban con alguna jacaranda con sus flores azules de tonos violáceos. Otros árboles exhibían, mayoritariamente, flores rosadas y blancas, que en aquel rincón se entremezclaban con el color amarillo del tronco de Brasil. Aún no se había encendido el alumbrado y las sombras que la envolvían le desagradaban. Algunos árboles se habían sustituido por otros modificados y que al anochecer se hacían fluorescentes. Cruzó al lado contrario donde la vegetación era menos densa. El sol poniente le mostró una imagen que le recordó las fotos con los rayos de sol filtrándose a través de las hojas. Los verdes se ramificaban en multitud de tonos y en presencia de esa luz tenue las flores adquirían unos matices que nunca había apreciado. A su espalda, antes de que girara a la derecha, quedaron la antigua iglesia y el polideportivo. Desde allí observó la plaza del Duque de Caixas. Su paso se hizo más lento y al aproximarse al lugar de la cita el rostro de Libia se le representó en su mente. La primera vez que había visto a Libia le pareció una chica muy menuda, casi anoréxica. Su culo contrastaba fuertemente con su figura muy delgada. Recordaba, asimismo, sus grandes manos y sus enormes ojos azules. Libia le llegaba a la altura de su hombro. Debería de medir alrededor de un metro cincuenta. Rememoró el primer día que la vio y, como entonces, se preguntó cómo alguien tan frágil podía haber sido contratada por el servicio de seguridad. Recordando los comentarios de USE lo veía claro; al igual que ella, su contratación había sido gracias a alguien relacionado con la compañía y USE también había jugado su parte. De pronto, observó, incapaz de identificarlo, que justo en la esquina de la plaza había un árbol del que colgaban unos enormes frutos amarillos con unas puntiagudas prominencias. USE vino en su ayuda:

    —Es un anón amazónico. No es un árbol de ciudad. Has probado su zumo combinado con ron.

     Fátima adquirió consciencia de que en cuanto existieran comunicaciones inalámbricas USE sabría lo que pensaba.

      De pronto, a menos de doscientos metros del lugar de la cita empezaron a formarse palabras en su cabeza. Era Libia. Le decía que, ahora que estaban próximas, podían comunicarse directamente y que su cerebro era capaz de detectar si había alguien en las proximidades que tuviera la mutación. Entonces, con los últimos rayos de sol, la vio. Su sombra se extendía a lo largo del suelo. Estaba paseando cerca del estanque, en medio del césped que ocupaba casi toda la plaza, en las proximidades de las esculturas geométricas que surgían del agua y que remitían a cien años atrás. Se fue aproximando lentamente, siguiendo la sombra de los árboles y observando con detenimiento a Libia, hasta llegar al borde de la pradera. Libia permanecía demasiado absorta en la telepatía. Fátima se reafirmó en su idea de su aspecto frágil. Al llegar a su altura, su «hola» articulado por su garganta provocó un respingo en Libia.

     —¡Vaya susto que me has dado! ¿Por qué no me respondías?

   —Todavía no estoy acostumbrada y no sé cómo hacerlo. Con USE no sé cómo se produce, pero contigo sólo sé hablarte de viva voz…
En aquel momento, se encendieron las luces urbanas y los árboles fluorescentes mostraron todo su esplendor.

    —A todos nos sucede lo mismo. Te irás acostumbrando. Es el sistema que más uso con mi marido y mis hijos. Es un poco raro cuando la gente nos observa. ¡Deben pensar que somos sordomudos o que estamos locos!

    —No sabía que estuvieras casada ni que tuvieses hijos.

    —La parejita. Un niño y una niña. Uno es tan blanco como yo y el otro es mulato como su padre y como tú. A mis hijos no les hizo falta que USE les introdujera ningún gen. Tanto su padre como yo tenemos los genes. Lo único que hizo fue seleccionar los cigotos apropiados.

    Fátima pensó que Libia era demasiado joven para tener dos niños. Como si le hubiera leído el pensamiento Libia le dijo:

    —Tengo seis años más que tú. Acabo de cumplir los treinta y cuatro, y mis hijos, Xiquiña y Alberto, tienen cuatro y seis años. Paolo, mi marido, y yo fuimos de los primeros con los que USE empezó a hacer las mutaciones y nuestros hijos forman ya parte de una generación que tienen los genes sin necesidad de haber sido sometidos a la transformación —la gran sonrisa que se abrió en su boca le sirvió para interrumpir su explicación—. Bueno, cambiemos de tema. No nos hemos citado aquí para hablar sobre nuestras vidas personales, aunque sospecho que si al final decides unirte a nosotros nos veremos muy a menudo y sabremos todo de nosotras. Te tengo que enseñar a comunicarte sin que necesites a USE. Así lo harás de forma habitual cuando te incorpores a la Red.

    —Tengo mis dudas. La mayor es… es poner mi…, nuestras vidas en sus manos. Además, está la selección de un grupo elegido, una élite. No hago más que darle vueltas. ¡Me parece tan antinatural! Por otro lado, me encanta conocer gente y compartir mi vida con los demás, sentir que formo parte de algo… no sé… Además, sé que con el tiempo terminaría abandonando a los amigos que tengo.

    —¿Eso te parece antinatural y no que todos seamos fruto de una selección de embriones?

    —Sí, de acuerdo, pero esa selección fue diseñada por nosotros y la de ahora ha sido elegida por una máquina y, ¡dentro de poco! ¡Ya! Si los últimos experimentos que se realicen en la empresa tienen éxito, no nos necesitará a nosotras, las mujeres, para producir seres humanos.

    —No es totalmente cierto que sea la elección de una máquina. La posibilidad de modificarnos para captar ondas de baja frecuencia se le ocurrió a un genético argentino de origen chino, cuyo nombre era… no me acuerdo… sí, me parece que era Nguyen. USE se apropió de su idea y pasó a controlarla. Igual ocurrió con las primeras investigaciones que utilizaron la electrocorticografía, en las que se vio que se podía averiguar qué pensaba una persona a partir de las frecuencias y las ondas emitidas por el cerebro. Como USE te ha dicho, él depende, por ahora, de nosotros. Poseemos una capacidad que él no tiene: la creatividad. Eso sí, una vez que alguien tiene una idea, él busca la forma de ejecutarla. En cuanto a que no nos necesite, a las mujeres, no veo que eso sea tan importante. Ya hace mucho tiempo que los hombres sobran y sólo se utilizan como donantes de esperma. Tú eres un ejemplo. Y siempre estará el hecho de que se necesitarán dos células (salvo que nos clonen): una de una mujer y otra de un hombre…, aunque no se necesite un vientre, salvo que pasemos a reproducirnos por… no recuerdo cómo se llama… si, partenogénesis. USE me lo acaba de recordar.

     —Sí, es cierto, pero… ¡mis dudas son enormes! ¡Apenas han pasado tres semanas desde que me enteré de mi peculiaridad!

    —Todos pasamos por eso. Unos decidieron que no querían participar, otros han tratado de utilizar en provecho propio lo que llamas tu peculiaridad, que no es otra cosa que la enorme suerte de tener toda la información a nuestra disposición. Los que se aislaron acabaron solos y algunos han decidido volver a conectarse para sentirse parte de algo. Los que se venden al mejor postor también acaban solos, pues una vez que lo han decidido todos lo sabemos y pierden la comunicación con nosotros y con USE. En ese caso, a diferencia de los que decidieron apartarse, ya no existe la mínima posibilidad de arrepentirse. Esa posibilidad debes descartarla, pues a lo único que te conduciría es al aislamiento. Los de arriba lo único que quieren es manejar a la población para seguir manteniendo el poder. No te querrán. Nunca serás parte de ellos y los que tenemos la peculiaridad nunca más nos fiaremos de ti. —Hizo una pausa y su boca volvió a abrirse en una gran sonrisa que mostraba su inmaculada dentadura—. Bueno, ya está bien de sermón. Vamos a lo que nos ha traído hasta aquí. Las dudas tendrás que resolverlas tú sola. ¡Ah! Y no tienes porqué abandonar a tus amigos de siempre, aunque deberás ocultarles tu peculiaridad. Todos los que formamos parte de la Red intentaremos convencerte de que entres en ella. Mi función, mientras decides si te incorporas o no, es ayudarte para que puedas mantener una conversación con cualquier otra persona con la mutación sin pasar por USE. Vamos a empezar. Piensa en un objeto, por ejemplo, un árbol. No en uno concreto, sino en la forma que tiene un árbol y la copa con sus hojas. Piensa en él intensamente. Hazlo. ¿Lo haces?

    —Sí.

    —Pues ahora trata de proyectarlo al exterior de tu mente. Piensa que lo estás viendo en este sitio, en la plaza Duque de Caixas. Trata de transmitirme esa imagen a mí, situarme a mí en este sitio y piensa que estoy junto al árbol. Cierra los ojos y no me mires. Ve mentalmente a través de lo que tu cerebro recuerda y piensa que quieres transmitírmelo a mí.

    —Es que lo veo…

   —¡No me digas qué ves! Piénsalo. Piensa en mí y que quieres que yo lo vea. Esfuérzate… ya sé que eso cansa… Ya empiezo a ver sombras… Sí, eso es, sigue pensando en mí y que quieres que yo vea lo que tú ves… ¡Ya está! Eso es.

   —¿De verdad lo has visto?

   —Sí, un poco borroso. Normal. Al principio sólo conseguirás transmitir sombras. Poco a poco y practicando irá adquiriendo volumen. Es normal que sudes, esto te supone un esfuerzo al que no estás acostumbrada. Con el tiempo será un acto reflejo como el andar. Sin embargo, te costará más hablar con alguien.

   —Yo a ti sí te he oído cuando estabas aquí sola.

   —Sí, pero es que soy yo quien emite y es como cuando USE se comunica contigo. He aprendido qué secuencias seguir para que tú descifres lo que llega a tu cerebro. Tú tendrás que empezar con transmitir imágenes que se forman en tu cerebro. No con abstracciones, sino objetos. Yo tardé un mes en pronunciar mis primeras palabras y según USE fui rápida. No sé cuánto tardarás tú. Ya veremos. Debería haber captado tus pensamientos cuando te acercabas y no lo he hecho hasta que te he visto. Supongo que tú ni tan siquiera intentabas hablar conmigo por telepatía. Por hoy ha sido suficiente. A ti se te ve agotada y yo quiero ver a mis hijos. Te pido que hasta que nos volvamos a ver practiques tratando de enviarme imágenes. USE te indicará si lo haces de forma apropiada.

    Fátima se despidió con la sensación de que nunca conseguiría usar su mente para comunicarse sin el sonido de su voz.
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    Durante las cinco semanas siguientes, los martes y miércoles a la misma hora, Libia enseñó a Fátima a hablar en silencio aunque a su alrededor estallara el caos. A Fátima le resultaba difícil soslayar el uso de la voz. El hábito lo tenía tan arraigado que empezaba mentalmente a hilvanar sus frases y terminaba con palabras audibles para el mundo que les rodeaba. Fátima continuaba, mientras, sus contactos con USE, que le resolvía parte de sus dudas. Advertía un poder que no le desagradaba, incluso la hacía sentirse parte de un grupo, de la historia, del futuro… Por primera vez en su vida sentía que su opinión contaba, que era alguien, no sólo el número que figuraba en su placa de identificación. Cualquier duda que tenía la resolvía en menos de un pestañeo gracias a USE y, al mismo tiempo, comprendía que eso la hacía cada día más dependiente de él, la convertía en una persona que seguiría devotamente las soluciones que él le diera sin plantearse dudas, ¿era eso lo que quería? Esos pensamientos negativos acababan siempre con la constatación de que todos se habían hecho dependientes de la interconexión de los sistemas. Todos la utilizaban para resolver sus dudas, ya fuera a través de portátiles, teléfonos, tabletas, aparatos de realidad aumentada, chips intradérmicos… Nadie se planteaba si la respuesta estaba equivocada. Ni ella misma había tenido dudas hasta entonces. La diferencia era que la respuesta que surgía en su cabeza era más rápida y que ahora sabía que detrás había una inteligencia consciente.
Cuando le planteó a USE si sería él quién llevaría a término los embarazos liberando a las mujeres de esa carga, no supo adivinar si le respondió lo que realmente pensaba o si, simplemente, quiso complacerla.

    —Para conservar vuestra humanidad necesitareis un útero siempre. Vuestra naturaleza se la debéis a la interacción del feto con la madre.
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    La capacidad de comunicarse por telepatía sin la intervención de USE fascinaba a Fátima. Una vez que aprendió a utilizarla lanzaba sus mensajes por doquier. Nunca obtenía respuesta. Su búsqueda aleatoria le resultaba decepcionante. A través de USE estableció contacto con personas de distintos lugares. Directamente sólo le respondió una persona: Ahmed. Trabajaba en la Facultad de Medicina de la Universidad de Brasilia. Al hablar con él estuvo segura de que formaría parte de los futuros dirigentes, cualquiera que fuese el sistema que les rigiera. Un año mayor que ella y profesor de Tecnogenética le sacaba más de un palmo de estatura. Su estatura junto a una musculatura notable disimulaba su aspecto de gigante. Su faz reflejaba que por sus venas, a pesar de su nombre, sólo circulaba sangre de sus antepasados europeos. El encuentro se produjo mientras paseaba por un centro de ocio cercano a la vía W. Tres Norte, un espacio con un gran patio central en el que destacaba un enorme obelisco pintado de azul con sinuosas y desvaídas tiras en blanco que simulaban opalina y que no ocultaban el yeso del que estaba construido. Alrededor de aquel patio se distribuían las tiendas y lugares de ocio en tres plantas, todo decorado con grandes macizos de flores artificiales. La distribución circular le recordaba a Fátima su lugar de trabajo y le hacía aquel sitio particularmente desagradable, aunque allí no existieran las brillantes paredes metálicas. Todo consistía en una imitación barata de distintos tipos de piedras con sus vivos colores. Para sus propósitos de conocer a alguien con la mutación aquel sitio tenía la ventaja de estar a todas horas lleno de gente visitando las tiendas u ocupando los espacios de ocio clásico o alternativo. A todos los visitantes se les suministraban unas planchas cuadradas para que pudieran desplazarse. Para que funcionaran, simplemente, había que subirse en ellas y con un simple gesto se variaba la trayectoria. Todo el centro comercial se mantenía a una temperatura uniforme y unos aspersores difundían en la atmosfera un aroma agradable que euforizaba a los visitantes y les inducía a pararse, comprar y disfrutar de los productos y de los lugares de ocio que se extendían por los diferentes rincones. Fátima enviaba su llamada a las personas, la mayoría vigilantes, con las que se cruzaba. En aquel maremágnum, de pronto, alguien le respondió. A los cinco minutos estaban sentados hablando de su mutación y de cómo habían entrado en contacto con USE. Ahmed había ido acudido al centro, que odiaba, porque le pillaba cerca del Consejo Federal de Biología donde había realizado algunas gestiones y necesitaba rellenar su nevera vacía. Le contó, mientras no dejaba quietas sus enormes manos, que cuando salía del Campus Darcy Ribeiro de la Universidad, donde ocupaba uno de los apartamentos universitarios, aprovechaba para comprar. De pronto, Fátima pensó que Ahmed hablaba como si estuviera en una clase. Cuando se separaron contactó con Libia y USE. Le confirmaron la pertenencia de Ahmed a la Red. De hecho, formaba parte de la minoría que ofrecía y sugería nuevas posibilidades a USE. Lo más llamativo, además de su físico imponente, era su capacidad de respuesta a todas las cuestiones que se le planteaban. Al exponer sus puntos de vista lo hacía de una forma tajante y un tanto pedante. No dejaba lugar a réplicas o dudas, como si estuviera por encima de la mayoría de sus interlocutores. «Está claro, va para dirigente. Es la persona que más me puede ayudar con mis dudas», pensó Fátima. Y optó por citarse con él de una forma asidua. Le pidió que le sirviera de guía en aquel nuevo horizonte. Ahmed le respondió con una sonrisa irónica mientras gesticulaba con sus grandes manos:

    —No busques excusas. Comprendo que soy un hombre muy atractivo…

   Fátima no supo qué decir. Tartamudeó y, sintiendo el calor en su cara, le respondió mientras se acariciaba su ensortijado pelo:

   —Además de un arrogante eres un presumido. Aun así quiero que seas tú quien responda a mis preguntas. Lo tienes todo mucho más claro que Libia y su marido y, además, ellos están muy ocupados con sus hijos.

    —Era una broma, me parece perfecto, pero sólo podremos quedar los sábados o domingos. El resto de la semana estoy bastante ocupado con las clases y la investigación… Además, aunque no me desagradas, no eres mi tipo.

   Fátima se quedó un poco aturdida, sin embargo, pensó que, con sus formas llenas de curvas y sus grandes ojos negros, no se le daban mal los hombres. Sintiendo su orgullo herido se propuso seducirlo, pero posteriormente, una vez que se enteró de su fama de mujeriego, pensó que no le sería difícil e hizo que su interés se redujera.

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