La mujer que sufre
tiene el mundo entre las manos
pero no consigue darle forma.
El murmullo del barro
la cubre mansamente
y un lago se le derrama
en el aire verde.
Alumbra a sus hijos
y dentro de la sangre
brotan de nuevo
sus ojos de niña,
pestañas de cielo
sublimes en la luz.
Ve crecer una rosa,
es más, ella es la rosa,
es el tallo y sus espinas,
y mucho más,
es la raíz que bebe
esencias de nube
y amamanta el origen
del agua.
Es la mujer que
amará a otra mujer,
en silencio.
Que amará a otro hombre,
en silencio.
Y permanecerá quieta,
acurrucada en el recodo
de un pasadizo,
y el amor tomará
la forma lisa del silencio
en el aire verde.
¿Quién le ha robado
a la tierra su nombre?
¿Qué verdad despoja
de libertad a la belleza?
La mujer que sufre
vuelve del trabajo,
de la universidad,
de una fiesta,
y resulta violada
antes de llegar a casa.
Si la atenaza el miedo
y no se resiste,
si la desgarran por dentro,
tendrá que justificar
cada día
que la herida sangra,
que ella es la víctima,
que mueren las hadas
de los suburbios
cuando es de noche.
Cuando es de día.
Un abismo
puebla su boca
de hueco vacío
de nada
de ruido que sopla
y levanta palabras
y llena de rabia
la yerma cadencia
y es todo impotencia
y grita y grita
sus quejas
que son diluidas
en el aire verde.
La mujer que sufre
soporta palizas
cuando sus labios
son demasiado rojos;
se siente anulada
porque es invisible
y un infierno lento
le traspasa el cuerpo
cada vez que intenta
cambiar lo establecido.
Ella anhela vivir
con todas sus fuerzas
en un bosque
donde la reina de los justos
sea una gacela libre.
Algunas veces
nota en su vientre
un susurro líquido
que calma la herida.
Una esperanza le huele
a jabón en el cuello
con la pureza
evanescente
de lo efímero.
Pero, qué pronto se
resquebraja el sueño…
la luz fragmentada
no se sostiene
cuando alguien la hiere.
La mujer que sufre
recorre el camino
que la separa de sí misma,
lleva una vida rasgando
sus rodillas de ninfa perdida
en lo oscuro del tiempo,
y tiembla y vomita
los excesos del amor
mientras duerme encogida
y transparente.
Desea que la acaricie
la música infinita del viento.
Una mujer
es un océano.
Es
una flor amarilla
en el aire verde.
Ana Sánchez Huéscar
Fascinante siempre leerte
Me gustaLe gusta a 1 persona
Muchas gracias, me alegras y me motivas.
Un saludo
Me gustaMe gusta