SIN TÍTULO, Autor, Manuel Cardeñas Aguirre

 

La palabra lleva consigo un latido,

Tenue, delicado, leve. A veces, evidente, y a veces, tan débil que llegamos a pensar que ha desaparecido,

Ahí sigue,

Ligado a su origen, aquel mágico momento en el que, por primera vez, ella fue pronunciada, aquel instante crucial en el que la incipiente conciencia del ser humano y la realidad incomprensible que le rodeaba necesitaron descubrirla para intercambiar significados: tiempo en el que un yo desorientado y un tú absorto coincidieron en comprenderse compartiendo experiencias con un mismo nombre,

Aprendíamos

 A relacionarnos más allá del gruñido, del gesto o del grito; Aprendíamos a intercambiar dudas y certezas; Aprendíamos el sutil ejercicio del diálogo,

La palabra es nostalgia sobrevenida,

Eco de aquella su primera manifestación cuando dijimos gruta para ahuyentar el miedo a vivir a la intemperie y, a continuación, convocamos en nuestra garganta la palabra fuego para doblegar su oscuridad y su frío, y más tarde, o al mismo tiempo, vocalizamos viento, sin saber muy bien qué era eso, aunque, al instante, sentimos sobre la piel roce y agitación; Sin darnos cuenta, estábamos girando una de las múltiples esquinas de la historia de la humanidad ─una más dentro de todas las que tendríamos y tendremos que dejar atrás─, evolucionábamos hacia algo que nos alejara de la animalidad, hasta entonces todo había sido silencio de almas,

La palabra nace de la necesidad y se produce en el encuentro,

La Realidad exigió sentido y el Sentimiento, precisión: el sentido permite que hiel y miel naveguen por el mismo mar sin encontrarse y la precisión facilita que el sentimiento se instale en el interior de ella de tal forma que se perciba en su sola pronunciación: afecto, ternura o en su interiorización: confidencia, intimidad, y quizá, por eso, la palabra, mirándose en el espejo de la realidad invocada, se exigió a sí misma, para ser palabra, nunca ser gratuita, banal o innecesaria, nunca carecer de sentido y precisión,

La escritura es campo abierto a la palabra,

 Mirada clara y horizonte amplio, raíz que nos fija a nuestro tiempo, se hunde en nuestro pasado y se aventura en el futuro; Los escritores, artesanos de la imaginación y de la palabra, estamos obligados a usarla para reproducir su vitalidad y recuperar su pulso, para trasladárselo al lector de forma tal que él lo escuche nítido y claro tal y como si al leernos pudiera sentir de nuevo ese primer palpitar y reconociera lo esencial:

Su latido.

Manuel Cardeñas Aguirre, 6 de septiembre de 2018.

 

 

(Foto de cabecera, Acción Poética, Mosaico)

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