Una mañana
Los pensamientos torcieron significados
La geometría impuso sus aristas
Asomó agresiva la certeza
Se congeló el tiempo
Una mañana
Las nubes se permitieron infinitos
Cruzaron insolentes la mirada
Envolvieron las palabras
Se escaparon del agua
¡Ulises!
Y ella se miró en las formas de su piel por ver si lo encontraba
En sus pechos sin caricias
En su vientre yermo
En su cuello exhausto
Y ella se miró en un tiempo que se alejaba
En los días inútiles de esperanza
En las primaveras marchitas de deseos
En las noches velando sábanas sin cuerpos
¿Ulises?
Y únicamente reconoció esperas huecas y desiertos
Una marca antigua en el agua
Un rastro sin huellas ni pisadas
Una sombra turbia Un intenso silencio
Esta mañana
La fidelidad obligada se hizo esposa de la ausencia y del olvido
La presencia de Telémaco no evocó ningún recuerdo
Los pretendientes bebieron frustración e indiferencia
El telar descansa de hilos y de dedos
Esta mañana
Saldrá al aire al sol y al mundo
Viajará en busca de sirenas magas y tempestades
Vivirá de su aliento y respirará de sus sueños
Su ser mujer, su no esperar más, se ha impuesto
Penélope dice adiós al espejo
(Imagen de cabecera, «Penélope», del pintor Anthony Frederick Augustus Sandys)