Un día me dio por jugar con las palabras. Algunas estaban muy usadas y decidí guardarlas en un cajón, sin embargo me di cuenta de que había otras –sonoras, preciosas– que nunca había tenido el gusto de incluir en mis cuentos.
Ese mismo día me dio por admirar la voz que pone significado a las palabras, ese ente que define las cosas; y a la vez que admiraba a ese dios, o diosa o semidiós, pensé que por qué no, por qué no yo, y abrí al azar el viejo diccionario, recogí algunas palabras, de esas, de las inéditas, las barajé con otras que me gustaron desde siempre, las puse en fila y la historia se empezó a escribir por sí sola.
A. alfiler. Clavo metálico muy fino que sirve para acercar las telas e incluso a las personas.
Augusto, el vecino del primero A, llama al timbre del primero B con una caja de alfileres y una bolsa en la mano.
–Perdone, estaba solo en casa y quería tomar la medida para cogerme los bajos del pantalón. ¿Usted cose?
–Lo básico, algún remiendo. Pero, pase, pase, no se quede en la puerta.
B. biombo. Mampara formada por varios bastidores que se abre y cierra.
–Bonito salón, si no le importa paso detrás del biombo a ponerme los pantalones; siento mucho apuro por el favor que le pido.
–Ah, pensé que era los que llevaba puestos.
– No, claro, parecería un payaso.
C. canesú. Pieza superior de una blusa a la que se le pega el cuello, las mangas y las miradas.
–¡Qué curiosa costumbre tienen las mujeres de prender los alfileres al canesú como si no pudieran estos herirlas de muerte! Es un decir, tan cerca del corazón, los filos no son buenos.
CH. chal. Paño de seda que sirve para abrigo, adorno o protección de las miradas lascivas.
–¡Qué cosas dice usted! -exclama Marieta mientras se enfunda el chal sobre el escote y se agacha a coger los bajos del pantalón.
D. diván. Asiento alargado en el que una persona puede tenderse para descansar o sincerarse.
–Si a usted le parece bien, así quedarán perfectos.
–¡Qué bonita estampa la de ese diván frente a la ventana! Adivino que entre esos cojines se encontrarán muchos de sus secretos. ¿Le importa si me tiendo?
E. estupor. Asombro que produce un vecino tendido en el diván de tu casa con los bajos de los pantalones cogidos con alfileres.
Marieta, por momentos, siente que el estupor se aloja en sus mejillas y calla mientras piensa qué responder ante tal atrevimiento.
F. fácil. Sin gran esfuerzo. Dócil, manejable, o ¡cuidado!, si se refiere a una mujer: frágil, liviana.
–Perdone, Augusto, no quisiera parecerle una mujer atolondrada, no me importa que descanse un rato en mi salón, pero quiero que sepa que no se lo voy a poner fácil, una tiene una reputación que conservar.
G. gallardo. Airoso, galán. Palabra que se coloca a algunos varones y les queda holgada.
–Marieta, ¿qué está usted tratando de insinuar? ¿Que un hombre gallardo como yo, aproveche un momento de debilidad de una mujer encantadora como usted para tumbarla en el diván?
H. harén. Grupo de hembras que conviven con un único macho.
–A ver, Augusto, es sabido por la comunidad que usted en sus tiempos jóvenes hizo de su piso un harén donde yacía con toda hembra que se cruzaba por su camino.
I. inocente. Absuelto de una acusación.
–Me sorprende lo que me dice, Marieta, me declaro completamente inocente, un hombre como yo sería incapaz de mantener una corte de ese tipo, si bien le digo que me parecería ideal, pero ¿cómo iba a tener tanta suerte un incauto de este pelo?
J. jarabe. Medicamento, poció
Marieta encuentra en esa sugerencia la ocasión para ofrecer el jarabe que comercializa en sus tupperloves, el negocio casero al que ha derivado con los nuevos tiempos la venta de tuppers o fiambreras de toda la vida, y rauda explica:
–Mire, Augusto, puede conseguirlo. En mis ratos libres me ocupo de ofrecer a la gente de mi confianza la pócima, que suministrada una vez al día durante un mes, es capaz de potenciar el atractivo físico y el vigor sexual hasta límites insospechados. Dicen, dicen, que yo no lo he probado, ni falta que me hace, pero sí conozco casos que…
K. kéfir. Lácteo fermentado al que se le han atribuido un sinfín de bondades.
Ante la cara de estupor de Augusto, Marieta desaparece caminando hacia la cocina de donde regresa con un vaso lleno hasta la mitad de un líquido blanco con una especie de hongo dentro, que según ella es kéfir, un yogur con propiedades milagrosas que tomado con regularidad –según los rusos– produce un vigor y una entrega sin comparación.
Augusto, sin dudarlo un momento y con el gesto de aprobación de Marieta, da un sorbo al brebaje.
L. libertino. Entregado al desenfreno en los actos o en las palabras.
Obra la transformación. El vecino gallardo de los bajos alfileterados mira con lascivia a la costurera y, a punto de rasgarse las vestiduras, se siente un libertino con capacidad sobrada de tender sobre el diván a la vecina y mostrarle los efectos del bebedizo.
M. mojigata. Beata que hace escrúpulo de todo hasta que cae presa de hombre con poderes.
–Ven, Marieta, tuteémonos, no seas mojigata, y acércate a comprobar lo que hace el yogur ese ruso en un hombre como yo.
N. ninfa. Joven hermosa, mujer que se siente libre.
Ella, de un trago, se toma el bebedizo, hongo incluido, y apura los restos del vaso con unas gotas de anís, lo primero que coge del mueble bar del salón, y en unos segundos se despoja del canesú con los alfileres prendidos que sin miramiento tira al suelo. A lo que Augusto responde con una exclamación: ¡Marieta, eres una ninfa!
O. organdí. Tela blanca de algodón muy fina y transparente.
El contraluz del salón perfila la silueta de Marieta bajo la combinación de organdí que deja a la luz sus redondeces y su pasión enfebrecida.
P. pantalón. Prenda de vestir que se ajusta a la cintura y llega generalmente hasta los pies cuando está bien tomada la medida (y nada lo descompensa) cubriendo cada pierna separadamente.
Augusto ante la parcial e insinuante desnudez de la vecina decide que éste, y no otro, es el momento de quitarse el pantalón con los bajos cogidos y dejar a la luz sus piernas y su evidente intención de seducir.
Q. quinqué. Lámpara de mesa provista de tubo de cristal que resguarda la llama o la enciende si se apaga.
Marieta, sin mediar palabra, se acerca al quinqué y lo apaga, para sentirse menos avergonzada de este ataque de pasión vecinal que le ha dejado en paños íntimos.
R. rapsoda. Recitador de versos. Estado verbal en el que entran algunas personas en penumbra.
Augusto atrae a Marieta hacia el diván y la abraza, y justo cuando ella piensa que le va a besar apasionadamente, el amante se convierte en rapsoda y como poseído por la mitología comienza a recitar poemas épicos que suenan a La Odisea en versión cañí.
S. saeta. Jaculatoria o copla que se canta en las procesiones.
Marieta –acurrucada en los brazos del poeta, encendida de pasión e incapaz de confesar sus deseos– se arranca con lo que ella conoce y, como si estuviera en un balcón el Viernes Santo, entona una saeta para sorpresa del vecino que no la imaginaba ni tan atrevida ni con tan poderosa voz.
T. tálamo. Cama de los desposados y lecho conyugal; valga diván como cama y vecinos como cónyuges.
El placer que en ese momento alcanzan dos voces a distinto ritmo es el que sienten dos amantes sobre el tálamo con la cadencia de los versos que les va acercando, y el ay ay de la saeta que los erotiza. (Sin duda, en esto del placer a dos queda un mundo por descubrir).
U. ultranza. A muerte, a todo trance.
Tanta es la intensidad de lo sentido que se hace el silencio, y abrazados sin que quede espacio entre ellos se prometen, boca a boca y oído a oído, amarse al ultranza desde ese momento y hasta que la vida los separe, o les depare algo mejor, o quién sabe qué.
V. virgen. Persona que ha conservado su castidad.
Marieta casi susurrando le confiesa a Augusto que se conserva virgen, a lo que él responde con rotunda ternura y un plus de excitación.
W. wagneriana. Relativa a la obra de Richard Wagner.
Augusto como director de orquesta en ópera wagneriana toma las riendas del acto amoroso, provocando clímax operístico en ambos amante.
X. xilófono. Instrumento de percusión formado por láminas de madera.
Ya en calma y dejando cierto espacio entre ambos, Augusto contempla el cuerpo desnudo de Marieta que permanece con los ojos cerrados deseando que su inesperado amante la recorra palmo a palmo como si tocara el xilófono con los dedos sobre su piel.
Y. yoga. Disciplina físico-mental destinada a conseguir la perfección espiritual.
Dado el sosiego que la fusión corpórea les ha producido deciden adentrarse en la práctica del yoga, para lograr el dominio del cuerpo y comenzar una andadura nueva en el equilibrio vital y el placer.
Z. zarabandista. Persona alegre y bulliciosa.
Filosofías espirituales aparte, una vez tirado el tabique que separaba ambas viviendas, los vecinos colindantes –hoy, copropietarios- tal vez por el arrebato amoroso o por el equilibrio que en sus cantos lograron se convirtieron en los residentes más zarabandistas de todo el bloque, siendo envidia y comentario de todos los rellanos.
Así se escribió la historia, palabra a palabra, como a salto de abecedario descabellado.
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( Premiado como mejor relato corto original en el Concurso de relatos radiados de la Escuela de Musicología de la Complutense)
Dónde se puede adquirir el diccionario «Ana Moliner»? Enhorabuena por ese premio!!!!
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Me encantaría ser una milésima parte de esa mujer… Gracias, Raquel.
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Qué maravilla de relato; te hace pasar un buen rato.
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Gracias. Me alegro de que te haya hecho disfrutar. Un saludo.
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