ANTONIO PRIETO, por Concha Vallejo

Antonio Prieto, filólogo, escritor y catedrático de Literatura Española, nace en 1929 en Águilas, (Murcia), aunque algunos biógrafos sitúan erróneamente su lugar de nacimiento en Almería, ciudad a la que su madre se trasladó con la familia tras la muerte en accidente de coche de su padre, Luis Prieto, diputado socialista.

Terminado el bachillerato, cursó en Madrid estudios de medicina, que abandonaría en 1955 después de recibir el Premio Planeta por su primera novela «Tres pisadas de hombre», con tintes policiacos. A partir de ese momento se dedica por completo a las letras.

Tras obtener la licenciatura en Filosofía y Letras en la Universidad Complutense de Madrid, ejerce como profesor y profesor adjunto hasta su nombramiento como Catedrático de Literatura Española, puesto en que permaneció hasta su jubilación.

A lo largo de su vida publicó numerosos ensayos y novelas, además de una antología de poesía novísima, «Espejo del amor y la muerte”. Asimismo se ha implicado activamente en diversos proyectos editoriales.

Además de recibir el premio Planeta 1955, fue galardonado en 1998 y 2006 con el Premio Andalucía de la Crítica, así como en 1995 con el Premio Andalucía de Novela.

En el plano académico, Antonio Prieto está considerado como uno de los principales especialistas en el Renacimiento italiano, destacando igualmente por sus trabajos sobre literatura del S. XVI.

Un concepto clave en su obra es la «fusión mítica”, es decir la unión del escritor en una obra literaria con un mito, con el doble objetivo de vencer al tiempo, y de crear otro nuevo gracias a la palabra escrita. En palabras de Prieto “la fusión mítica consiste en el desplazamiento de un poeta desde su actualidad a un argumento o personaje mítico para en él comprenderse más íntimamente”. De la mitología le interesa menos la anécdota que lo que en ella hay de paradigmático y esencial para el hombre. De manera implícita o explícita, Prieto discurre sobre la creación literaria y las posibles implicaciones que esta puede tener sobre las personas.

Su obra es una reflexión sobre el amor, el tiempo y la memoria. Concisa y de gran fuerza expresiva, su prosa es elegante, llena de reminiscencias clásicas que algunos críticos califican de cultismo, y en un entorno de intenso lirismo con ciertos tintes melancólicos.

Novelas

· Tres pisadas de hombre (1955) (Premio Planeta 1955)

· Buenas noches, Argüelles (1956)

· Vuelve atrás, Lázaro (1958)

· Encuentro con Ilitia (1961)

· Prólogo a una muerte (1965)

· Elegía por una esperanza (1972)

· Secretum (1972)

· La desatada historia del caballero Palmaverde (1991)

· La enfermedad del amor (1993)

· La plaza de la memoria (Premio Andalucía de Novela 1995)

· El ciego de Quíos (1996)

· Isla Blanca (Premio Andalucía de la Crítica 1998)

· La lluvia del tiempo

· Dolobella(2001)

· Una y todas las guerras (Premio Andalucía de la Crítica 2006)

· El manuscrito sellado (2010)

· La cabra de Diógenes (2011)

· El olfato, el amor y la carcoma (2012)

· Cartas a un viejo amigo difunto (2013)

Un comentario

  1. Hola. Fue un gran honor haber sido estudiante del profesor Prieto en la UCM en el curso 86-87. Al terminar la licenciatura en Filología Hispánica en 1990, me matriculé en el doctorado por un año antes de venir a los EEUU donde ejerzo de profesor. Me acuerdo como si fuese ayer las explicaciones que nos daba y las referencias a la poesía italiana. También, recuerdo su método escolástico de examinar a sus estudiantes: no era por escrito, me imagino para frustrar a los copiones y chuleteros, sino oral. Apiñaba como 10 libros en su mesa en una oficina en la 2a planta del Edificio A de Fa y Letras, y cuando entrabas, seleccionaba un libro al azar, lo abría a una página, también al azar, y te pedía que explicaras el texto. Bravo. A muchos les citaba para septiembre.
    Luego, por 2002, lo volví a ver, de casualidad, en una conferencia en Casa América. Lo saludé y me respondió con su acostumbrada sonrisa simpaticona.
    Saludos, profesor Prieto.
    Dieudonné Afatsawo
    PD: Debe acordarse de mí, ya que fui el único estudiante de color (el término de turno en aquellos tiempos) en su clase.

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